"Los
derechos humanos son sus derechos. Tómenlos. Defiéndanlos.
Promuévanlos.
Entiéndanlos e insistan en ellos. Nútranlos y enriquézcanlos.
Son lo mejor de
nosotros. Denles vida”.
Hasta hace una semana apenas habíamos oído hablar de “Bojo
Haram”. Sin embargo, después de que el grupo islamista radical haya secuestrado a casi trescientas niñas y jóvenes nigerianas para venderlas como esclavas, la
comunidad internacional se lleva las manos a la cabeza y clama contra el
integrismo islámico que convierte a sus mujeres en objetos, sin derechos, ni
libertades.
Porque las mujeres, para los de “Bojo Haram” (traducción: "la educación occidental es un pecado"),
mediante la exaltación de la sharia, las convierte en objetos animados cuya seguridad, destino y futuro radica en la voluntad de un líder absolutamente
perturbado y mesiánico, Aboubakar Shekau.
La interpretación que de los textos sagrados, en este
caso el Corán, que realizan determinados
sectores es, no solo escandalosa, sino incluso delictiva. El secuestro de las
niñas nigerianas es un verdadero crimen contra la humanidad, en general; y contra las afectadas, en particular. La
convivencia de los seres humanos debe
basarse en el respeto a derechos tan fundamentales como son la vida, la igualdad, la libertad y la dignidad. Derechos inalienables en
cualquier caso, algo que con frecuencia se olvida.
La comunidad internacional, y el Gobierno de Nigeria en
concreto, deben adoptar las medidas necesarias para conseguir que las mujeres
secuestradas sean liberadas, puedan volver a su casa, garantizarles su
seguridad y libertad. Deben actuar de un modo firme y contundente para que
estas mujeres puedan seguir estudiando
en las escuelas en las que lo hacían, educándose en libertad para que nadie pueda
considerarlas menos que cero, menos que la pata de madera que sostiene el
camastro en el que descansan sus captores, ni venderlas a cambio de nada. Y es
necesario, imprescindible, que estas mismas mujeres puedan educar a sus hijas para que éstas dispongan de
medios y recursos con los que poder hacer frente, y mostrar oposición, a los que pretenden
relegarlas a menos que cero.
Establece la
Declaración de Derechos Humanos (proclamada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas en 1948), que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales
en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros” y establece en esta misma
carta que “Nadie estará sometido a
esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están
prohibidas en todas sus formas”. No existe religión ni tradición que pueda prevalecer
sobre los Derechos Humanos y es el respeto a esos derechos, consensuados
internacionalmente, son los que marcan la frontera entre lo admisible y lo
inadmisible.
Lo que está sucediendo en Nigeria nos afecta a todos,
absolutamente a todos, y la comunidad internacional no puede cruzarse de brazos.
Se hace necesaria una intervención internacional inmediata mediante la aplicación, incluso del principio de justicia universal, con
la intervención de los Tribunales Penales Internacionales si es preciso, visto que Nigeria,
en estos momentos, no tiene capacidad para actuar individualmente, no solo para
conseguir la liberación de las mujeres secuestradas, sino para poner fin a
aquellas asociaciones, por llamarlas de algún modo, que repetidamente atentan
contra lo fundamental: la vida, la libertad y la integridad del ser humano.
Hola de nuevo señorita Noire. Pasaba por aquí...
ResponderEliminarEste tema me motiva bastante. Como por lo visto me estoy volviendo, o me he vuelto ya sin remedio, un facha, situaciones como la de las niñas secuestradas y cualquier otra comparable junto con tus comentarios me dan a entender que mi opinión de que nada como una ocupación militar para imponer nuestros principios, son lo más adecuado. Eso entiendo ¿no? Sin unos pocos de paracas, legionarios, boinas verdes o lo que sean, los tribunales internacionales sirven de poco y los pervertidos extremistas secuestraniñas o asesinos, se cachondean de todo. Sin embargo cuando digo estas cosas me suelen responder eso, que soy un facha y que a esa gente hay que convencerla con buenas palabras y con maneras democráticas. Va a ser que estoy mayor.
Pues no seré yo quien diga que la defensa de los derechos fundamentales, humanos, a los que me refiero, no requieran de la utilización de la fuerza que, en todo caso, debe ser legítima y en defensa de lo anterior. No podemos ser tampoco unos ilusos. Debe ser que yo también me he hecho mayor, y si defender lo que es esencial al ser humano es ser un facha, pues que le vamos a hacer, que cada uno me califique como quiera.
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