sábado, 20 de septiembre de 2014

EL TIEMPO


El tiempo es una de las pocas cosas importantes que nos quedan.


La máxima “El tiempo es oro” es una de las pocas verdades que existen. Es un bien escaso que, en ocasiones, se nos escapa en esperas hacia la nada.  Cada segundo que pasa, desaparece, no vuelve. Como tampoco lo hace el paso que damos hacia cualquier lugar. No existe marcha atrás, en nada, ni para nadie. Lo dicho, lo no dicho, lo hecho y lo no hecho, ahí queda, en algún lugar impreciso de la historia del mundo. Sí, del mundo, porque el mundo, nuestro mundo, al final no debería ser más que aquello que alcanzamos con la palma de la mano, lo que nos convierte en necesarios e imprescindibles.

Tengo un solomillo Wellington en el horno y unas manzanas en el fuego que poco a poco se convertirán en la compota que lo acompañará. Hace unas semanas Alma, mi hermana mayor, de momento y sin prórroga garantizada, esquivó las anunciadas consecuencias del cáncer.  Han sido meses de incertidumbre, de malestar, de rabia contenida y de una desolación que había que expulsar en cuanto llegaba. Meses en los que hemos hablado mucho sobre qué hacer, qué no hacer y de cómo afrontar el día a día. La vida a veces es cruel, se embrutece y lanza dentelladas contra los más buenos. Casi siempre es así.

Por eso el tiempo es fundamental. Lo es incluso para preparar una comida con la que celebrar en petit comité y sin llamar la atención pero con todo el gusto y la intención puesta en ello (así es cómo se celebran las cosas importantes), que el tiempo es oro y que malgastarlo en nimiedad, malos humores y mezquindades, debería ser un delito.



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