La primera pequeña mentira que se contó en
nombre de la verdad,
la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de
la justicia,
la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral,
siempre
significarán el seguro camino del fin.
Con el año que está a punto de
cerrar las puertas, la lectura de la prensa se convierte en un agónico sinvivir. Esta mañana, con una temperatura que apenas alzaba el termómetro por encima del cero, las
hojas del periódico pesan más que otras veces, quizá porque empujados por el
pesimismo general en el que vivimos, somos incapaces de destacar lo bueno y son las desgracias las que se hacinan unas sobre
otras, un día tras otro, sin darnos tregua.
Estamos a punto de tachar el último
día del calendario y nada cambiará sustancialmente en la vida de casi nadie.
Sin embargo, como en aquellos programas de año nuevo, pienso en los niños que nacerán con los primeros minutos del nuevo año, criaturas a las que les
espera todo, lo bueno, lo malo y un mañana que lo que hemos llegado a la edad
adulta vaticinamos como más que confuso, más que difícil, más que oscuro. Sin
embargo, somos los que peinamos canas a los que, por responsabilidad universal, nos corresponde poner algo de luz en ese mañana que está por llegar antes de
pasarles el testigo.
La historia de la humanidad no puede
escribirse desde el oscurantismo de la maldad, o al menos eso creo, a
pesar de los cientos de miles de acontecimientos que parecen mostrar lo contrario. Hace
unos días, en una red social leía un fragmento que decía: “la mayor creación de
la inteligencia humana no es el arte, ni la ciencia, ni la tecnología. La mayor
creación de la inteligencia humana es la bondad”. Sin embargo, pese a lo bonito
de la composición, no estoy de acuerdo, la bondad nada tiene que ver con la
inteligencia humana, no se crea en absoluto. La bondad es una de las
características con las que nacen todos los seres humanos. Todos, absolutamente todos, nacemos con ella (de eso estoy segura) y es la edad, la vida, la mala leche, la que la hace
añicos. Solo los más valientes consiguen conservarla intacta.
He conocido la maldad en toda la
extensión de su palabra, pero también la bondad extrema. Sé de la virulencia de la primera y del gran error que es
dejar que campe a sus anchas. La responsabilidad nos llama a todos y aunque ya no
nos quede un ápice de inocencia y sepamos que estamos a merced de una maldad
que vaga libre, debemos armarnos de valor (no solo por nosotros mismos sino
también por los que acaban de llegar y los que llegarán con los últimos
estertores del año que acaba y la primera respiración del que llega de nuevo) y ponerle cerco antes de que acabe con todo. Conservar la bondad, como una de las mejores cualidades del ser humano,
requiere un esfuerzo tenaz y ese debe ser nuestro trabajo, nuestro legado.
Feliz año nuevo.
El bien se aprende y nunca tiene excusa, el mal siempre tiene justificación.No nacemos con bondad, la bondad se aprende, con la cultura, y es complicado, es más facil ser malo que bueno, para ir hacia la bondad hace falta esfuerzo, para el mal todo es fácil, rápido. El bien se aprende, el mal lo llevamos de serie.
ResponderEliminarSi el mal lo llevamos de serie entonces estamos perdidos.
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