"Gran persona debió de ser el primero que llamó
pecado mortal a la pereza. Nosotros, que ya en uno de nuestros artículos
anteriores estuvimos más serios de lo que nunca nos habíamos propuesto, no
entraremos ahora en largas y profundas investigaciones acerca de la historia de
este pecado, por más que conozcamos que hay pecados que pican en historia, y
que la historia de los pecados sería un tanto cuanto divertida. Convengamos
solamente en que esta institución ha cerrado y cerrará las puertas del cielo a
más de un cristiano".
Una
de las maneras más sencillas de terminar completamente loco en este país es acercarse
a cualquier administración e intentar realizar algún trámite. Ya no digo nada
si el acceso a la administración intenta realizarse por internet. Si en modo
presencial, la cerrazón de algunos, asociadas a las pocas ganas de trabajar,
pueden convertir la mañana, el día, la semana e incluso el mes de cualquiera en un verdadero infierno, intentar realizar
algún trámite, por sencillo que sea, con una firma digital entonces ya puedes
ir preparando las maletas al loquero y despedirse de sus sedes queridos.
Nada
tengo, en general, contra las personas que trabajan en la administración pública, la
que sea, pero sí que tengo mucho en contra de aquellos que estando al servicio
de los demás, ese servicio lo convierten en una tortura. Y no seré yo quien
diga que ser funcionario es un bicoca, porque es cierto que ya no lo es, pero
lo que sí que voy a decir es que esos señores que perciben sus ingresos porque entre
todos se lo pagamos, deberían ser más
atentos, cuidadosos y responsables con su trabajo, porque casi siempre, aunque
frente a ellos solo tengan expedientes y números, hay alguien de carne y grueso
que padece los rigores de la administración, porque no nos engañemos, la
administración siempre pide pero pocas veces regala nada.
Hay
días que una se acuerda de aquel indignado ingeniero que encarnaba Ricardo
Darín en la película “Relatos salvajes” que, harto del trato que le dispensa la
administración al intentar recuperar el coche que se le ha llevado la grúa, acaba
reventando las garitas de tráfico. También hay días que una se arrepiente de no
haber estudiado ciencias puras para así poder comprender y dominar el manejo de
algunas artes químicas, y haber perdido su tiempo, puestos en la tesitura,
estudiando letras que a una solo le desatan la lengua y una mala leche del
quince.