Corta tu propia leña y te calentará dos veces.
Henry Ford
Un madrugón importante y más de cien kilómetros de niebla y frío para
dar una charla de apenas cuarenta y cinco minutos. He llegado pronto, muy pronto, vestida como la mujer que viene del espacio, solo me ha faltado la escafandra. El frío de estos días me está matando. Dejo
el coche aparcado en el centro del pueblo aun desierto. Nadie en la calle. El suelo está
cubierto de una escarcha helada que recuerda a los más madrugadores que la
noche ha sido dura, y que a mí me obliga a poner atención para no perder pie. En el único bar que
encuentro abierto me siento a tomar un café y a hacer tiempo. En el televisor van pasando las noticias, las
miserias, de cada día; se me va la cabeza y escribo en el móvil una nota
peregrina. A veces me busco líos sin necesidad pero también sé que, en estas
cosas, no aprenderé nunca y caeré una y otra vez, por contagio, en propuestas que ilusionan a otros. Hoy tocaba alagar las horas de sueño y cuidar el
resfriado que me lleva toda la semana a maltraer. Pero aquí estoy, helada hasta el tuétano y sin perder de vista la
puerta de la dependencia municipal que se abrirá en un rato. Y sigo pensando,
porque tengo tiempo y poco que hacer, que ya que estoy aquí, que
nadie me obligó a comprometerme, lo menos que puedo hacer es animarme e
intentar no defraudar a lo que seguramente, al igual que yo, esta misma mañana, mientras dejaban la cama caliente, han barajado la posibilidad de no volver a
inscribirse en charlas que, al final, cuando hace un frío que pela, uno no sabe si sirven de demasiado.
Tú como Ford y la leña, sirves pa más de dos veces.....
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