Cuando compro un libro
nuevo, siempre leo la última página primero. Así, si me muero antes de
terminarlo sé como acaba.
Eso, amiga, es un lado sombrío.
Cuando Harry encontró a Sally
Nos encontramos frente a la facultad. Nada más verle pensé
que seguía tan guapo como siempre. Una superficialidad como cualquier otra que
no dudé en decirle en cuanto nos cruzamos los dos primeros besos. Hacía mil
años, quizá dos mil, que no nos veíamos y sin embargo el encuentro navegó
entre lo afectuoso por el que siempre nos movimos. Era una buena persona y sé
que ahora, pese a la vida, sigue siéndolo. La bondad algunos la llevan tatuada
en el fondo de su persona. Nos contamos la existencia a trompicones. Lo de
siempre: un par de casamientos con divorcio de por medio; las pérdidas
afectivas que con la edad van en aumento; un cáncer que de momento respeta pese
a enseñar los dientes cuando le place; adolescentes que dan guerra y un ictus que aun hoy hace
que la sonrisa se tuerza un poco. Caminamos unos metros hasta llegar al patio
central y allí nos abrazamos como si el tiempo no hubiera pasado, deseándonos
que la vida nos sea leve y que podamos seguir cruzándonos de aquí a mil, o tal
vez dos mil, años sin tener que pedir hora, y sin que que la realidad nos aplaste demasiado. Al cruzar el porche, me giré y le vi parado ante la puerta del aula al fondo del patio. Había hecho lo mismo, nos saludamos con la mano en un gesto casi infantil y seguí caminando bastante más ligera.
Por aquí siempre hay cosas guapas para leer.
ResponderEliminarKenit. Un abrazo.
¡Oh! gracias.
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