martes, 24 de enero de 2017

SLOWLY


No hay ninguna mentira que no tenga un núcleo de verdad. 
Solamente hace falta saber escuchar.
J.M Coetzee





Por lo general soñamos cosas que se olvidan al despertar pero a veces quedan ahí sin terminar de marcharse; sueños que nos hacen vulnerables porque sabemos que no son como los otros, porque en ocasiones adelantan y que por eso mismo desconciertan. Durante una época, eso me ocurría a mí. Se lo conté y no me creyó. Puede que por eso mismo dejara de explicarle este tipo de cosas y que me limitara a contestarle, cuando me preguntaba con sorna sobre qué había soñado, que no lo recordaba. Desde entonces ha llovido mucho, el planeta ha dado unas cuantas vueltas y la vida va pasando el borrador a lo viejo para dejar espacio a lo nuevo. Por eso casi le había olvidado, apenas era un recuerdo, hasta un día que sin venir a cuento empecé a soñarle. La primera noche apareció de pie en mitad de una calle vacía, mirando a ambos lados, buscando cobijo para que la lluvia no le empapara. Cuando me desperté, el primer sol de la mañana hacía vanos intentos por salir y una espesa cortina de agua empezó a barrer la ciudad.  Así era todo al principio, cosas sin importancia que al poco olvidaba. A las semanas volvió aparecer, su aspecto era exactamente el mismo, iba empapado y comenzó a recitar, como una letanía, que había cambiado de trabajo; que ahora vivía a mil kilómetros de aquí; que su hija, su dulce y amorosa hija, le había abandonado; y que entre sus muchos pesares estaba la distancia del silencio. Aquella mañana, mientras tomaba el primer café, anoté aquel sueño extraño y después intenté olvidarlo. Pero el inconsciente es tozudo y no pasó demasiado tiempo hasta que volvió de nuevo. Pude verle frente a un muro, con los hombros gachos, preguntándose en qué momento fue a parar ahí, le vi dibujar sobre la arena un ancla de la playa y mirar al infinito sin ver absolutamente nada. Creo que esa fue la última vez apareció. Fueron sueños extraños que no venían a cuento de nada pero por los que me abrumó la responsabilidad.



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