And I am sick for want of sleep;
so sick, that I can half-believe
the soundless river pouring from the
cave
is neither strong, nor deep;
only an image fancied in conceit.
Philip Larkin
He intentado no imitarte, hacer como si todos estos años,
tus idas y venidas, no hubieran conseguido que parte de lo que eras quedara
pegado por todas partes. Pero es difícil. Pongo un disco, uno que me
recomendaste hace ya muchos años, cuando te miraba sabiendo que el amanecer no
era más que el paso intermedio entre tus horas y las mías. Vuelvo a mirar por la ventana mientras escucho la melodía que el tiempo también ha hecho mía. Amanece de forma lenta, de manera un tanto
excesiva. Es belleza de las primeras horas de día y de la naturalidad en el
saber que cada día que despierta es para morir un poco.
Empieza a llover. Como entonces. Puede que, precisamente por eso, porque mañana entraré en esa fase de terror
incontrolado que durará unas semanas hasta que, si hay suerte, me despidan por
algún tiempo, que me decido a buscar entre los libros aquel del que siempre
hablabas y nunca leí. Era una manera, quizá muy tonta, de guardar algo por descubrir y que me sorprendiera. Pero esta mañana, porque quizá es la
primera de las muchas o de las pocas que marcaré en el calendario, necesito que
no me quede nada por saber.
Pienso en el sufrimiento, en el tuyo, y paso los
dedos por la cicatriz que convirtió mi cuerpo en un zombie malencarado. Vuelve
a llover, como aquel día que, sin paraguas, caminabas sujetándome del brazo que
soportaba el peso de un mal que nunca quise. Y luego, ya en casa, tuve miedo.
Contar hasta diez no sirvió de nada. Ahora vuelvo a contar, a escuchar aquel disco
como si de esa manera las cicatrices que aun guardo ayudaran a no perder tu
recuerdo.
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