Supongo que es capaz de caminar sobre las aguas
pero no de evitar que se le empape la cabeza.
Kent Haruf
Mientras espero sentada en el
banco del parque que hay frente a la estación de autobuses, apurando los rayos de sol de las últimas horas de la tarde, un crío que apenas levanta un palmo del suelo se precipita desde el
sillín de un balancín al suelo. Creo que aún no se han escuchado los primeros
lloros cuando la madre lo levanta, le sacude la arena de las
rodillas y le besa dándole consuelo. El niño se abraza y acoplado en el hombro,
bajo el influjo del aroma materno, alcanza el alivio y la tranquilidad más pronto que tarde. Siempre he sido tremendamente mala para adivinar los años que tiene o deja de
tener alguien, da igual los muchos o pocos años que tenga. Por eso puede que la
criatura, que ya ha dejado de llorar, tenga tres o tal vez cuatro años, tan pocos que es posible que en su
cabeza aun no se forje el recuerdo de este momento de amor incondicional al
que podría volver cuando la vida le dé coces.
En el otro extremo, frente al tobogán,
un grupo de adolescentes se revuelve entre risas hasta que el teléfono de uno
de ellos suena. Se marcha corriendo entre exclamaciones brutales contra la
tiranía materna. El pequeño vuelve a estar sobre el balancín, su madre no le
pierde de vista y desde mi asiento le oigo reírse.
El juego de la memoria, la elaboración de los
recuerdos, siempre me ha parecido algo extraordinario. El ser humano es una máquina casi perfecta. Por eso me parece una
mala faena que la capacidad de recordar, aunque solo sean las cosas buenas, no
exista desde el mismo momento de ver la luz y tengamos que esperar que transcurra el tiempo (dicen que tres años), para poder hacerlo. Sería fantástico poder recordar la
sensación de amor incondicional y sin medida que recibimos apenas recién nacidos.
Por eso en la hoja de reclamaciones, y por si alguien se la lee algún día, deberíamos anotar que queremos un cerebro sin agujero tempranos, que pudiera tener la capacidad de
almacenar, desde el minuto cero, todo aquello que produce un bienestar infinito
sin necesidad de contrapartida. Sería fantástico que pudiéramos almacenar
estas cosas. Sería realmente fantástico.
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