Huyo de las personas que dicen tener muchos amigos, de los que dan exageradas muestras de afecto sin motivo y de los que creen que las relaciones son de plastilina y puede modelarla a su antojo sin contar con el que tienen enfrente.
Por eso puedo presumir de tener muchos conocidos (a algunos los conozco muy bien) y de tener pocos amigos. A estos últimos puedo contarlos con los dedos de las manos y me sobra algún que otro dedo.
Pero la tendencia natural a llamar amigo a cualquiera que se nos arrima hace que algunas personas se confundan. Sin embargo, en mi caso, yo lo tengo claro, si a todo aquel al que conocemos y mantenemos una cierta relación tenemos que llamarle “amigo”, yo les llamo “amigos clase B” y a los de verdad (que en realidad son los principales, los únicos), esos son los “amigos clase A”. Aquellos donde la reciprocidad lo preside todo, sobre todo en el envite de la oferta y la demanda en aquello del tú y yo.
Esta clasificación entre “A” y “B” no es mía, se fraguó un invierno de 1986 en el bar de la facultad de medicina mientras diseccionábamos el mundo y a nosotros mismos. Han pasado más de veinte años.
11 de noviembre de 2010. Los “A” corremos arriba y abajo, dejamos niños en el colegio, a nuestros mayores asistidos y recogidos, quemamos suela y alma a cada minuto que trascurre pero hoy, como en otras ocasiones, después de todo eso, hemos aparcado nuestras carteras, los fonendoscopios, nuestros papeles, nuestros libros, y hemos dejado todo eso descansando a los pies de una simple mesa de metal, tosca y fría, como en la que nos sentábamos en 1986. Nos sacamos las corbatas, los foulards y volvemos a los veinte años, cuando todo estaba por hacer. Miramos al mar mientras removemos los cafés que sustituyen las cervezas de entonces y nos reconocemos. Somos clase “A”. Hemos hecho pellas, tenemos un Plan B, tenemos que rescatar a uno de los nuestros que se hunde. Una hora, no es demasiado. Por eso el café esta mañana sabe mejor que nunca. Los problemas, las decepciones y el mañana incierto han quedado aparcados en la puerta y todo nos parece más menudo, más soportable. Reconocernos, con todo lo que llevamos a cuesta, es un lujo. Sólo nos falta uno, lo perdimos hace ya muchos años pero hablamos de él. Nos sonreímos hasta que las risas nos encaminan a las lágrimas espesas, esas que asoman y no caen. Pero ahí estamos, nos cuidamos, en la distancia, pese a los años, por eso siempre tenemos a mano un “Plan B”.
Simple Minds -
Chin , chin por muchos años los disfrutes ¡¡¡
ResponderEliminarQuanta raó! em fa gràcia, jo els anomeno "first class".
ResponderEliminarMola, transpira serenor i maduresa.
Tens molta raó, jo els anomeno "first class".
ResponderEliminarÉs un texte molt amable, transpira serenor i maduresa.
Ups! creia que no havia entrat el comentari! :-S...
ResponderEliminarEsborra el que vulguis jeje
Creo que requiere procedimiento y protocolo de actuación, para definir más exactamente, la ténue diferencia entre los límites de A y B, O MEJOR, DÓNDE ACABA EL A, Y EMPIEZA EL B. Cuestión Jodía.
ResponderEliminarPuede ser Kenit pero lo cierto es que al final, los B siempre son B y los A siempre son A
ResponderEliminarLa palabra "amigo" en mi país es muy común, aki en el lugar donde vivo no se usa muy a menudo, lo usual es decir: un vecino, un conocido y "mi amigo" esos los cuentan con los dedos de una mano. Y eso de huir de las personas que te demuestran exageradamente su cariño sin motivo, me suena raro. Como haces con una familia en camboya o cualkier otro pais donde hay extrema pobreza, que apenas te conoce y te sonrie y encima se sienta a tu lado ofreciendote algo de comida sin pensar sikiera en que tu le des algo a cambio?!. Sorry es solo una humilde opinión, Sra Noire.
ResponderEliminarLa palabra "amigo" en mi país es muy común, aki en el lugar donde vivo no se usa muy a menudo, lo usual es decir: un vecino, un conocido y "mi amigo" esos los cuentan con los dedos de una mano. Y eso de huir de las personas que te demuestran exageradamente su cariño sin motivo, me suena raro. Como haces con una familia en camboya o cualkier otro pais donde hay extrema pobreza, que apenas te conoce y te sonrie y encima se sienta a tu lado ofreciendote algo de comida sin pensar sikiera en que tu le des algo a cambio?!. Sorry es solo una humilde opinión, Sra Noire.
ResponderEliminarNo hay nada que disculpar Jess, sino todo lo contrario, gracias por entrar.
ResponderEliminarCuando me refiero a huir de las muestras exageradas de cariño, hablo de esas que no responden a nada. Cuando te refieres a la familia de Camboya, o a la de cualquier otro sitio, da igual, estamos hablando de otra cosa, que nada tiene que ver con lo que yo quería decir en el texto.
En todo caso, también es sólo mim opinión que, como todas, puede ser poco adecuada para las realidades de otras personas. Un saludo Jess
Música Clase A para una brillante clasificación taxonomica de la amistad y su circunstancia, Anita :)
ResponderEliminarGracias MdlMar
ResponderEliminarYo también tengo unos clase A y también empezamos tomando cafés en el bar de la facultad hace más de veite años. Y al igual que en su historia, también nos falta uno desde hace tiempo aunque siga con nosotros a pesar de los años transcurridos. Lo que pasa es que los tres somos muy machotes y no lloramos pero sabemos que hay cosas que están ahí, aunque no se digan.
ResponderEliminarGracias por el relato Anita.
Ya, ya soy consciente de sus machotadas :)
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