Ha llovido, nadie lo
esperaba, pero no es extraño. El otoño es así. Miramos con estupor las
primeras gotas para terminar empapados bajo la lluvia torrencial que siempre
trae el templado Abrego. Siempre es lo mismo. Unos minutos de desconcierto y
las puertas, las ventanas, se abrirán dejando escapar la ponzoña que un verano
excesivamente caluroso nos ha pegado al cuerpo. Pero aquí no será así, ya no es así.
Salió de casa sobre las
diez. No de hoy, sino de hace más de cinco años. El aire arrastraba una calima
que asfixiaba y durante horas se apostó frente a la ventana abierta. Parecía
estar esperando a alguien a quien nunca vi. Despareció, ese día empezó a llover
y el olor a brea, por primera vez, me provocó nauseas. No volvió.
Me siento a leer frente a la
ventana esperando que amaine la lluvia. Dejé de abrir puertas, ventanas hace ya
mucho tiempo. Cambio de la silla al sillón. Del periódico a la más horrorosa
novela de amor. El silencio aguija mis oídos como a dos animales muertos.
Sigue lloviendo, ¿Qué hacía
los días de lluvia? Aún puedo verle apostado frente al malecón, maldiciendo su
suerte, aborreciendo cualquier compañía. Año tras año, la misma ruina, la misma
melancolía que terminaba convirtiéndose en una rabia contenida que le sumía en
el silencio durante semanas, hasta que dejaba de llover.
La vida, aquí, siempre es
difícil. Alguien vino a contarme que le
vieron en la ciudad. Vestía una guerrera descolorida, sucia, bastamente rota. Recogía las
colillas que encontraba en su camino, las examinaba con cuidado y las guardaba
en el bolsillo. Nunca que le vi fumar.
Intuyo el mar tras la cortina
de agua espesa. Por primera vez en muchos años quiero salir pero una invisible
cadena se ciñe a mis pies. Volver a caminar, dejar que la lluvia me cale hasta
los huesos, pero no lo sé de cierto. Puede que sea pronto. Aún se mezclan luces
y sombras, silencios y ruidos ensordecedores.
Quizá hoy le vuelva a ver si consigo que el ruido y las sombras desaparezcan.
Quizá hoy le vuelva a ver. Quizá hoy sea el día de salir a la lluvia. Quizá. Hermoso texto. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Amando. Un abrazo para tí también.
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