Me quedé adormecida
en el sofá. Había empezado a ver una película, ni siquiera recuerdo el nombre,
ni cuando perdí el hilo y la triste historia
de celos desapareció. Me desperté en una nebulosa y lo siguiente podría haber sido
la escena de cualquier película americana. Escombros y el aturdimiento de los
que aparecen en la pantalla. La estúpida voz del Cónsul de España en Boston me
sitúa en la realidad (que no debe ser la suya porque está en su casa rascándose
la barriga, con el Consulado cerrado y bromeando sobre si podrá acudir a la
oficina al día siguiente). No es una película de Chuck Norris. Un atentado de
nuevo. Más muertos a saber uno el porqué.
Enciendo la
blackberry. Me conecto a la vida virtual, son las dos de la mañana. Un gesto de
simplismo, si uno quiere información de la de verdad lo mejor no es
conectarse a twitter para leer la sarta de estupideces y majaderías que a la gente
se le viene a la cabeza cuando se produce una desgracia ajena.
Y ahí estamos de nuevo
frente el eterno odio al americano, ese que al final nos termina salvando el
culo. ¿Alguien puede comprenderlo? Nos morimos por los Iphones, por los partidos
de la NBA, por las Harley Davidson, por las películas made in Hollywood, por
las hamburguesas, por la música de Bruce Springsteen, por las novelas de Paul Auster, por viajar a New York,
por la capacidad de ir todos a una cuando vienen mal dadas, y eso sólo por
poner unos cuantos ejemplos más que toscos. Sin embargo, es al odiado
americano al que le petan las entrañas ¡Qué se jodan!
Es tan grande la
imbecilidad que nos rodea que se termina por justificar, minimizar, algunas
acciones tan repugnantes como son un atentado, sea donde sea.
Me enferman algunas actitudes, determinados posicionamientos por irracionales,
sectarios e hijos de puta, la demagogia de algunas personas, de algunos sectores que se dicen tan “democráticos”,
tan progresistas” que sólo de escucharles dan ganas de vomitar.
Sigo las noticias
sobre el atentado de Boston, con la vida virtual cerrada que en ocasiones, muchas
más que menos, parece un saco de locos, degenerados, que matan sus insufribles
menudencias a base de ponerse en evidencia. Un mundo de locos, el real y el
virtual.
¡Ay Noire! Mucho gilipollas es lo que hay por ahí. No han puesto un pie fuera de su pueblo y ya dan por hecho que no hay nada como lo de ellos y ni siquiera saben que lo de ellos es importado. Y también mucho hideputa que se arroga derechos sobre la vida ajena; esos son los peores.
ResponderEliminarPues sí.Ya ves cómo estamos. Es muy penoso.
ResponderEliminar