Je sens la nuit descendre
Atravesamos
el laberinto apartando con cuidado los setos. La vida, de golpe, se nos antojó
muy sencilla. Buscábamos la salida orientados por el sol. No había nada que
temer, no era el paraíso. Nadie se nos aparecería para ofrecernos la manzana
envenenada como promesa de un lujurioso futuro. Pisándonos los talones, el
sufrimiento y el dolor a la perdida, intentado atrapar la escasa felicidad que
se apunta en cada huella que se imprime sobre la tierra aun húmeda.
Los
últimos rayos se burlan de nuestra estrategia escondiéndose tras un velo de nubarrones
negros que nos alejan de la salida. Se muere la esperanza y mañana, a tientas, volveremos
a perdernos envenenados, olvidadizos. Arrinconaremos las encrucijadas buscando
una señal que, una vez encontrada, desaparecerá de la memoria en el último
momento para embarrarnos, de nuevo, en el misterio de los labios que blasfeman
y que temblorosos nos enseñan los dientes.
M'ha agradat molt.
ResponderEliminarPetonet.
Sí. Pero sin odiar del todo.
ResponderEliminarTen en cuenta que el cielo existe.