"Es demasiado tiempo, demasiado tiempo.
Ahora me veo como un buen vejete.
Ya no puedo leer sin gafas. Todo ha cambiado,
salvo mi corazón.
Y todo el pasado está muy lejos, salvo tú, porque tú,
tú siempre estarás presente en mí, pequeña Gala..."
He cambiado el colchón. Darle la
vuelta y dejar que se escondan antiguos humores no es suficiente. Doscientas
vueltas después, el cuerpo se acomoda a los nuevos huecos. La noche sigue cerrada, casi al vacio, el aire desapareció por allá el mes
de mayo.
Noche de agosto, espesa. Noche de
gatos negros escondidos al socaire de la humedad, donde no caben las cigarras,
ni el canto de los búhos. Horas perfectas para compañías que se desvanecieron. Vidas
hurtadas de nuestras manos escurridizas. Cuerpos ágiles que se mantuvieron
sobre la cuerda floja que se anclaban a nuestras vísceras con la sinrazón de
los gestos apasionados. Cuerpos que desaparecen con un doble tirabuzón.
Tumbada con los brazos en cruz. A
lo lejos empiezan a circular los primeros coches. Amanece e intuyo a Paul Éluard.
*Paul Éluard. Poeta francés, estuvo casado con Elena Ivanovna Diakonova, Gala, hasta que ésta, tras una vacaciones en Cadaqués, se enamoró de Dalí, poniendo fin a su matrimonio de lo que jamás se recuperó el poeta.
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