"La salvación del mundo humano reside sólo en el corazón humano,
las consideraciones humanas y la responsabilidad humana".
Vaclav Havel
Cuando
alguien gana unas elecciones su legitimación para gobernar es plena. El voto de
las urnas de las mayorías es lo que vale. Pero cuando esa elección se basa en
un programa político que sistemáticamente se incumple, ¿qué pasa con esa
legitimación? A mi entender está absolutamente viciada y, como si de un
contrato privado se tratara, podría decirse que la mayoría, engañada, estaría
legitimada para solicitar la resolución, revocación, del mandato que en su día
les fue concedido en base a ese programa.
Este razonamiento, que aboca, según algunos, a un sinfín de desastres, tiene su lógica. Si jugamos con unas reglas determinadas, todos los operadores del juego quedan obligados
a ellas, en este caso, los electores y
los elegidos. De ahí que sea de la opinión que si uno de los dos se descabalga de las reglas del
juego, su legitimidad quede más que en entredicho, y legitima a la mayoría del electorado, sea ya cual sea, a pedir su cese inmediato.
Y eso es precisamente lo que
está pasando en este país, los que llegaron al Gobierno, por una mayoría, nos guste o no, campan por libre, sin sujetarse más que a los votos que le dan, ahora sus diputados, con decisiones que se alejan de lo que sus votantes y el resto de la ciudadanía quiere y necesita. Ahí
radica el problema del partido en el gobierno y del gobierno en sí mismo.
Hace
años que me convertí en una verdadera descreída en las cuestiones políticas y en
la presunta honradez y manos limpias de nuestros gobernantes. Los hechos y las
debacles en las que nos colocan dan motivos más que suficiente para que piense así.
La
última de los gobernante de este país es la bajada del IVA (impuesto sobre el valor añadido
que grava el consumo), en las adquisiciones de obras de arte, una bajada bien
significativa, de más la mitad del tipo impositivo, que pasa del 21% al 10% y, deja más que contentos a
aquellos que disponen de posibles para dedicarle a menesteres tan diletantes y
de poca necesidad, en esta época de carestía y precariedad en la que nos
encontramos.
Una
auténtica vergüenza, en gran medida aplaudida por las grandes fortunas de este
país, empresas multinacionales y fundaciones de oscuro pelaje, que son quienes
en los tiempos que corren pueden adquirir obras de arte para sus colecciones y,
porque no decirlo, para coadyuvar con sus importantes aportaciones, (legales e incluso
ilegales en algunos casos, como se está viendo), a conseguir que algunos
lleguen a calentar sus poderosos escaños.
La elección del Gobierno revuelve las
tripas y genera de inmediato una pregunta ¿Qué entienden ellos por arte? Su
concepto de lo artístico, estoy segura, se acerca a los criterios crematísticos y políticos que he dicho y a nada más, porque es evidente que hay obras literarias,
cinematográficas y teatrales, más cercanas al común de los mortales, que merecen
el calificativo de arte en toda su extensión y que no se verán beneficiadas, en modo alguno, por tan escandalosa reducción.
Estamos
ante una reducción inaceptable, por legítima comparativa, para un país que se
desangra, día a día, a través de sus ciudadanos menos afortunados. Un país en el que los productos
de primera necesidad (luz, agua, gas, alimentación, limpieza, transportes, etc.)
se grava con el tipo máximo del impuesto; en el que la voracidad del fisco se ceba
en los menos afortunados; y en el que ya suenan cantos sobre su eventual incremento al
23%, según estudios solicitados por el Ministerio de Hacienda.
Vamos de pena en pena, de ahogar a las clases medidas y a las más necesitadas. Podemos aguzar el oido y
escuchar como resuena en la cabeza y en los bolsillos de los autónomos la subida de
sus cuotas de cotización, lo mismo que la vacua promesa de establecer el
criterio de caja a la hora de declarar los ingresos en caso de los
profesionales. Criterio que
significa, ni más ni menos, que pagar por aquello que efectivamente se ha
cobrado, y no por lo facturado y no percibido.
Los impuestos deben acogerse al principio de
proporcionalidad y racionalidad, con una finalidad clara, dar servicio y cubrir
las eventuales necesidades de sus ciudadanos. La presión fiscal para quien más
tiene y menor para el que menos tiene, debería ser el catecismo de cualquier
fiscalista y persona de Estado que tenga una conciencia social para con los suyos, criterios que nada tiene
que ver con ideologías desfasadas de siglos pretéritos que casan mal con nuestra
sociedad actual. Es cuestión de justicia, así lo creo yo.
Esta
semana, la Cruz Roja publicaba un informe en el que señalaba que el 38% de las
familias que son atendidas por dicho entidad se encuentran en la denominada “pobreza
energética”, en la incapacidad de dotar su hogar de una cantidad mínima de servicios energéticos para atender a
sus necesidades básicas, como por ejemplo mantener la vivienda en unas
condiciones de climatización adecuadas para la salud.
Reconozco
que las imágenes que las televisiones ofrecen sobre el levantamiento ciudadano
en Ucrania me producen cierta envidia. Y es que de arte no se come o sí, pero por
mucho que nos duela y estemos a favor de la promoción del mismo, en época de
carestía y de fuerte presión fiscal, lo primero es lo primero.
El
Gobierno debería ir pensando qué está haciendo y madurar que la caja de los
truenos una vez se abre ya no hay quien la cierre. Que miren hacia Gamonal, por
poner un ejemplo cercano, porque el personal empieza a estar más que cansado.
La gentre esta ya demasiado harta, y a buen nivel además, nada de tonterías.
ResponderEliminarOí una expresión ayer o anteayer que es de llorar:
"hurtos famélicos"
La dijo un policía.
Hay que tomar medidas, si, pero que no acaban siendo armas boomerang.
Lo de los hurtos famélicos se regulaban ya en el Código Penal anterior a la reforma del 73, y ni te digo a la del 95. Se explicaba, hace unos años, como una gracia, haciendo el chiste fácil de Carpanta pero, poco a poco, han tomado la realidad de nuevo. Es muy lamentable. Peor no se puede hacer, aunque la prima de riego esa esté en los mínimos.
EliminarPor suerte o desgracia Gamonal no es síntoma de nada. Una protesta legítima de vecinos frente a una actuación urbanística de su ayuntamiento, aprovechada por violentos, por los violentos de siempre...
ResponderEliminarLa protesta legítima es lo que cuenta, y a eso es a lo que me refiero.
EliminarMejor que no pase "ná".
ResponderEliminarO que pase algo, pero no se nos vaya de las manos.
EliminarNuestros gobernantes son bastante inútiles y nuestro sistema lamentable. A mi me gustaría tener un sistema de tipo anglosajón en el que los primeros a los que el señor presidente debe convencer es a los parlamentarios de su partido. Esto sucede porque la independencia de poderes es real, no como la nuestra que sólo lo es de boquilla. Como no va a pasar nada porque a los españoles sacándoles del fútbol no les importa casi nada y no se movilizan por nada, yo propondría que en lugar de elegir tanto parlamentario eligiésemos solo al presidente del gobierno que pasaría a llamarse "líder cósmico reverendísimo" y se le dan unidades de poder que serían lo que los antiguos diputados pero virtuales, sin escaño, sin sueldo, sin coche... Sería la misma mierda que ahora pero más barata.
ResponderEliminarDiscúlpeme estos comentarios tan tardíos pero es que me ha removido usted la conciencia y sobre todo la memoria de los buenos ratos que me he pasado en este blog.
No hay nada que disculpar. Me alegro de su aparición de nuevo :)
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