"Te quiero contar una historia tremenda acerca de la anticoncepción oral:
le dije a esa chica que si quería hacer el amor conmigo y me dijo que no".
Woody Allen
Woody Allen
Para los que nos movemos en scooter por la ciudad, sabemos que uno de los artefactos más antiestéticos que existen son los cascos abiertos que cubren la cara con una visera y dejan la barbilla al aire. No sólo porque el día que vas al suelo corres el peligro de dejarte la cara pegada en el asfalto, sino porque además te dejan el cabello hecho un cisco y si, por una de esas cosas que pasan, topas con unos paparazzi decididos a inmortalizarte en ese momento (caso que seas famoso), tu sex-apple, si un milagro no lo remedia, queda a la altura de una leyenda urbana tocada por una melena lamida por la lengua de una vaca.
La suerte que tenemos aquellos a los que no nos conoce ni el tato, es que la probabilidad de ser fotografiados de
esa guisa es poco probable. La única cámara que nos inmortaliza es la de la policía
municipal. Los cascos no solo son antiestéticos sino que son poco discretos.
Eso mismo debió pensar François Hollande cuando hace unos días se vio en primera página de la prensa nacional
e internacional, trasladándose en moto para ver, estar o lo que sea, con su
actual affaire. No es que me suscite ningún interés la vida privada del Sr. Hollande,
sinceramente, pero como cientos de miles de lectores acabé sabiendo de la vida
personal del Presidente de la República francesa como si se tratara de un
asunto de estado. Y debe serlo, al menos en Francia, porque desde entonces no
cesan las noticias sobre cada uno de los detalles de esa historia personal del
Sr. Presidente. O eso o, como me temo, en algún rincón del interior del ser humano sobrevive un pequeño cotilla que, en cuanto puede, sale a relucir para despedazar con la precisión de un charcutero la vida y obra del sujeto sobre el
que recae la atención mediática.
Dicen que Hollande lleva más de un año
manteniendo esa relación amorosa con la actriz Julie Gayet. Puede que así sea,
solo digo lo que la prensa dice, pero hasta este momento, pese a que ambos
están en los mentideros, han podido esquivar a la hambrienta opinión pública. A
saber.
He pensado algo en el tema, pero ahora
ya es tarde, ha terminado la campaña de navidad. La cosa ya no tiene remedio, pero si todo este lío, el de
la scooter y los tránsitos de Hollande, llega a conocerse antes, la
incertidumbre sobre que regalarle en Reyes al Sr. Presidente se hubiera disipado como una
tormenta de primavera sobre el Campo de Marte, lo tengo claro: un casco
integral y un horno para cocer croissants, sin ninguna duda.
Hay que ser discreto y previsor. La erótica del poder es poderosa (valga la redundancia), y nunca se sabe en qué momento Afrodita puede hacerse carne en la vida de Monsieur y no le vendrá mal ni el casco integral, sin visera abatible, ni el horno para los croissants de la mañana.
Hay que ser discreto y previsor. La erótica del poder es poderosa (valga la redundancia), y nunca se sabe en qué momento Afrodita puede hacerse carne en la vida de Monsieur y no le vendrá mal ni el casco integral, sin visera abatible, ni el horno para los croissants de la mañana.
© Fotografía del blog “La receta de la
felicidad”
Con las scooter de desimula mucho, y si uno se viste de Mortadelo, ya no te digo. Para poner los cuernos mucho mejor que la bicicleta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y Frau Hollande en El hóspital! Pfff
ResponderEliminarFeliz Año, Anita!