“No está en ningún mapa. Los lugares verdaderos nunca lo están”.
Nada me desagrada más que el frío de Kelshan. Aun no sé qué hacemos aquí, en realidad, que hago yo aquí. Debo
haberlo murmurado un punto más alto que lo que mi consciencia reconoce porque de
inmediato intentas explicarme que es por la crisis, estamos aquí por la crisis.
Tiene gracia que precisamente tú me hables de crisis, de debacle internacional,
y aún tiene más gracia cuando lo haces mirando por la ventana de este
lujosísimo hotel que alguien pagará por ti, por mí y por los cinco más que
venimos por esas cosas de la crisis. El tono irónico de tus palabras te
convierte, sin lugar a dudas, en alguien absolutamente aborrecible.
Naturalmente, sonrío sin ganas, me va en el cargo, y lo hago esperando a que del cielo encapotado de esta ciudad del norte descienda un rayo
y te parta por la mitad. Nada me gustaría más. Las tormentas secas, eléctricas, no entienden de
crisis por eso, aunque sea de un modo ridículo, confío en ellas. Cuento los días que nos quedan para regresar, los
días que aun tendré que cubrirme con tantas capas de ropa que ni yo misma no me
encuentre debajo de ellas.
Me pides un café y que vaya a por
tus cigarrillos, una impertinencia por tu parte. Pero tengo ganas de perderte
de vista y tampoco tengo demasiada opción. Salgo a la calle para que tus deseos,
que se convierten en órdenes en virtud del salario que me pagas, se hagan realidad.
Es difícil caminar sobre la patina de hielo que deja este frío
atroz, pero puede que tenga suerte y después de recorrer arriba y abajo este
desolado bulevar, conserve mi cuerpo en buen estado, helado pero
entero.
Debería aprovechar y llamarte,
explicarte que esto no fue una buena idea. El norte siempre será el norte, y un
imbécil, simplemente, será siempre un imbécil. Por eso te echo de menos, a ti,
a tus tostadas, a tus caricias un tanto atolondradas y al sol de invierno.
Nunca creí que pudiera ver una
aurora boreal en el mes de diciembre, simplemente porque durante ese mes nunca existen, ni pensar que con un simple mensaje de
texto mi vida cobrara un sentido mediano entre tanta mundanidad rota.
Es bueno, Anita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Kenit, sin ti ya no soy nada. bss
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