miércoles, 18 de junio de 2014

Y ERA UN HOMBRE DE PAPEL, ERA UN JUGUETE DEL VIENTO*



"No quiero que seas actriz. Quiero que... estés en el Tribunal Supremo, o seas médico o algo por el estilo. ¿Sabes? El negocio del espectáculo es como una merienda de negros. No, peor todavía. Es como un negro que no le devuelve las llamadas a otro negro, una cosa terrible. Por cierto, tendría que llamar a mi servicio telefónico".



Termino el libro cerrando la última página sintiendo el mismo desasosiego que cuando lo comencé y pensando que no era un buen momento para leerlo. Algunos libros deben de quedar aparcados en las estanterías, sino de las librerías que se desharán de ellos a las pocas semanas de no vender un solo volumen, sí en las de los lectores que no están preparados para algunas cosa, “time to time”.
Leo y me entran nauseas, no de empalago, no, es otra cosa mucho más profunda a la que no he puesto nombre pero que podría ser algo así como el mal cuerpo que queda cuando se engulle, en medio de una tormenta en alta mar, un pastiche de macarrones con queso fundido. Una comparación extraña, salvo para quien haya intentado reponerse a base de hidratos de carbono caducados.

Es demasiado complejo, o tal vez tan tremendamente simple que su propia simpleza parece imposible. Reconozco algunas ideas que durante algún tiempo corrieron en paralelo pero que empezaron a  difuminarse a remolque de un sibilino corte de mangas. Verlas de nuevo, fuera de su caparazón, es como ver a una medusa medio muerta que se revuelve soltando veneno.

La genética es bien poca cosa. Dice que nada sabe de oscuros pasados, que nada lamenta más que su propio lamento a destiempo, que nada impide que su  libertad le lleve dónde su voluntad quiera y su voluntad, como siempre, utiliza lip-gloss. Nada que decir. He aprendido que las palabras son tan promiscuas como promiscuos son los sentimientos que abarcamos.

Su pena obscena se descubre entre líneas, lo mismo que la inconsistencia del sentimiento sobre el que se asienta la vida. Los años hacen daño, a más años mayor dolor. No siempre es posible mantener la compostura, ni siquiera cuando se simula ser una especie de Fred Astaire.





* Hombre de papel -Radio Futura-

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