De natural duermo poco. No siempre ha sido así. Hace algunos años, quizás ya demasiados, me daba importantes homenajes planchando la oreja. Posteriormente, con motivo de un desamor que casi me deja en la cuneta, decidí dormir para que pasara el tiempo del dolor sin sentirlo. Hoy, como digo, apenas duermo. Eso me preocupa (un amigo médico me asegura que estoy destruyendo mis neuronas a marchas forzadas a base de no dormir), pero es que no puedo. O no quiero. No lo sé.
Hoy no quiero, no duermo porque no me da la gana. ¿Un gesto de rebeldía? No. Simplemente acabo de caer en la cuenta de un par de cuestiones que, con la más simple de mis simplezas, no había tenido en cuenta estos días.
No sé si estoy enfadada, decepcionada, o si mi estado actual es producto, precisamente, del deterioro neuronal del que ya me han avisado.
Hoy no duermo porque quiero pensar, y si me voy a la cama, tendré dulces sueños y relativizaré las cosas y no quiero.
Hoy voy a sacar el agua clara a las dos malditas cuestiones, novedosas cuestiones, y cuando vea la luz, las aparcaré en el maldito baul de las cuestiones estúpidas.
PD. Esta nota, puesta a las 4:38 horas de la madrugada, ha sido previamente macerada por varios gintonics, de Bombay shappire "of course" y habiendo superado felizmente la prueba del codo en la rodilla y pulgar en la nariz.
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