Los mejores momentos, cuando todo está en silencio y el tiempo es verdaderamente tuyo. En mis últimas mudanzas, he ido soltando lastre y quedaron en el contenedor de los trastos viejos los cuadernos de una vida, los patines en línea que tan de moda estuvieron, los collages de fotos, un sinfin de cachibaches que durante años formaron parte del asidero a un mundo conocido.
Recuerdo como cuando con 16 años jugabamos, sentadas en el suelo de nuestra habitación, fumando a escondidas, cuales eran las cosas que salvaríamos si llegara el momento de la destrucción del mundo, de una catastrofe. Este juego tonto nos proporcionó más de una risa y alguna que otra tonta llantina. Hoy lo hemos recordado, por teléfono, cuando me explicabas que tu mundo se ha ido a la mierda (debe ser la tónica del verano). Me has preguntaba si guardaba el "libro de afrentas", aquel en el que, durante nuestros años de BUP, apuntabamos la afrenta sufrida y como podía ser enmendada. Necesitabas un último cartucho Y sí, sólo conservo el "libro de afrentas", todo lo demás, espero, vive convertido en compost urbano.
Recordabas perfectamente, cual era la afrenta que x había realizado, la apuntaste en el libro compartido y querías saber como tenía que redimirla para quedar salvado de la quema.
Prometí mirarlo y volver a llamarte. Pero hoy, cuando han pasado más de 25 años desde que iniciamos el famoso" libro de afrentas," cuando con x has tenido dos hijos y una hipoteca, no cabe redención. Sólo se ha acabado. No puede redimirse querida. Sólo te queda llegar a la casilla de salvada y volver a tirar el dado.
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