Están tan cansados que sueltan los maletines junto a la puerta, sin cuidado alguno.
Se tumban sobre la cama. Los zapatos a los pies, los abrigos aún puestos y el sueño que les vence. Derrumbados, de costado, muy juntos. La espalda contra el pecho, acoplados como dos cucharillas en un cajón cualquiera y un abrazo a la altura de la cintura que los encadena una vez más.
La conversación eterna:
-¿Me quieres?
-Te quiero un mundo
-Por eso no nos acostaremos, ¿verdad?
-Claro, por eso.
-Entonces mejor nos dormimos ¿no?
-Sí.
-Vale, pero mientras me duermo no dejes de decirme cuanto me quieres.
La conversación eterna:
-¿Me quieres?
-Te quiero un mundo
-Por eso no nos acostaremos, ¿verdad?
-Claro, por eso.
-Entonces mejor nos dormimos ¿no?
-Sí.
-Vale, pero mientras me duermo no dejes de decirme cuanto me quieres.
Elis Regina -
Alguien me ha hablado de este blog. A alguien le estoy agradecido.
ResponderEliminarTe he leído con efecto retroactivo. He disfrutado algunos de tus textos veteranos y, la verdad, no sabía en cuál dejarte el comentario.
Opté por el primero por aquello del orden.
Lo que no entiendo es por qué la gente no te comenta más.
Querré volver.
Te sigo.
Muchas gracias.
ResponderEliminarAquí estaremos, hasta que nos echen.
Ternura ¡¡¡
ResponderEliminarMe encantó Anita! Acá se dice "cucharita" y es lo mejor... aunque "mejor nos dormimos" es casi imposible, pero si es tierno!!
ResponderEliminarbesosss
Gracia Paula Maria. Dormirse así en "cucharita" es una maravilla.
ResponderEliminarIncluso estando cansados deberían hacer el amor.
ResponderEliminarTal vez la próxima vez, o no...
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