El poder de las letras es inmenso. Unas palabras escritas, perfectamente tramadas, trascienden al mundo. Leo una nota que llevo en el bolsillo. Hago un esfuerzo titánico por reconocer, en unos trazos casi ininteligibles, escritos a toda prisa por no olvidar ni una sola de las palabras leídas, el trasfondo de un sentimiento que en mi no encuentro. El lenguaje es poderoso y las letras enormes. Un mundo, el propio, tan diminuto, tan pequeño, que a resultas de las palabras dichas, escritas o leídas, puede mutar, convirtiendo nuestro universo particular en un infierno o en un recodo confortable en el que perderse.
Pasar de una euforia inusitada a la melancolía más perversa, puede ser la consecuencia inesperada de tomar consciencia de no pertencer al mundo de lo que se lee, de que se lee algo que no es propio, y se asume como tal. Porque las palabras escritas perduran, viajan más allá de quien las escribe y las hacemos nuestras, adaptándolas a algo tan efímero como es la verdad que conocemos, la nuestra. Con esta ambivalencia, entre lo real y lo imaginado, podemos pasar de la plácida seguridad de lo conocido a quedarnos tirados en la esquina de la nada, con el alma descompuesta y sin posibilidad de recuperación. Y es que, el poder de las letras consiste precisamente en eso, en conmover y transformar el mundo, aunque sea fugazmente, situándonos frente a una realidad desnuda no siempre imaginada, a la que puede dar pavor asomarse.
Y es por eso, porque a veces todo cabe en un minúsculo trozo de papel, me refugio en la esquina de la certeza del saber que nunca será.
Hoy, por dos veces, las palabras me golpean.
Maldita bipolaridad.
Pasar de una euforia inusitada a la melancolía más perversa, puede ser la consecuencia inesperada de tomar consciencia de no pertencer al mundo de lo que se lee, de que se lee algo que no es propio, y se asume como tal. Porque las palabras escritas perduran, viajan más allá de quien las escribe y las hacemos nuestras, adaptándolas a algo tan efímero como es la verdad que conocemos, la nuestra. Con esta ambivalencia, entre lo real y lo imaginado, podemos pasar de la plácida seguridad de lo conocido a quedarnos tirados en la esquina de la nada, con el alma descompuesta y sin posibilidad de recuperación. Y es que, el poder de las letras consiste precisamente en eso, en conmover y transformar el mundo, aunque sea fugazmente, situándonos frente a una realidad desnuda no siempre imaginada, a la que puede dar pavor asomarse.
Y es por eso, porque a veces todo cabe en un minúsculo trozo de papel, me refugio en la esquina de la certeza del saber que nunca será.
Hoy, por dos veces, las palabras me golpean.
Maldita bipolaridad.
Lila Downs -Perhaps, Perhaps, Perhaps-
Las palabras, que una vez me enagenaron,son en la medida que las dejamos ser...
ResponderEliminarLa canción es tremenda un sin vivir ..que es eso de quizás,o sí o no.
...sentir tus letras al leerlas
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