viernes, 18 de enero de 2013

BERLIN



Cuando empecé a trabajar, no me gustaba llevarme trabajo a casa, prefería perder mis días libres y desplazarme hasta la oficina y allí, sin más ruido que el de mi propio teclado, el del aire acondicionado y el goteo intermitente de la máquina del café, enfrascarme en lo que tuviera que hacer, alargando lo que fuera necesario. 

Pero las cosas han cambiado, aunque no en lo esencial: lo que tiene que salir, tiene que salir, sí o sí. Sin embargo, puede que sea la pereza, la comodidad, o alguna extraña necesidad, la que me impide cruzar el umbral de la oficina fuera del horario habitual. Pero lo inevitable, es inevitable, así que no hay fin de semana que no acabe convirtiendo mi casa y mi antaño “mesa de proyectos innombrables por inespecíficos”, en una prolongación de mis desvelos profesionales.


Hace un frio tremendo. A mis pies, cerca del radiador, descansa Dalhman. Las carpetas se acumulan una sobre otra en un complejo equilibrio que amenaza con sembrarlo todo de papel, mientras en la ventana se condensa la humedad de un invierno atronador, y el vaho del que expira no sin cierto cansancio. Paso la mano y no dejo rastro de la frivolidad que, en un ataque pueril, tracé al comenzar la tarde. Siento una envidia tremenda del gato.


Enfrente, se enciende la luz. Carlos, mi vecino, se sienta en su mesa, junto a la ventana. Sus montañas de papel son como las mías, podríamos bautizarlas como ”las colinas del adiós”.  A modo de saludo, levanta la mano con la que sostiene un taza y con la cabeza señala su propia orografía.

Nos espera una mala tarde, o no, ¿Quién sabe? A veces saberse acompañado sin más, incluso en la distancia, siempre es buena cosa.


Ahora necesito un café, escuchar el goteo de la vieja cafetera y recogerme el pelo. Hace frio y “las colinas del adiós” que pueblan mi casa, no se rinden. Berlín tampoco.


8 comentarios:

  1. Bueno. Berlín tuvo el puente aereo.
    Tú necesitas algo así.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. No, no. Yo lo que necesito es jubilarme y largame a las Feroe. Sólo quiero eso.
    Un abrazo Kenit.

    ResponderEliminar
  3. ¿Las Feroe? Mira que he conocido gente (me incluyo) que desearía escapar a algún lugar remoto, pero lo de las Feroe es de primer premio. Aunque, bien pensado, puede que no sea mala idea.

    Suerte: que la montaña de papeles baje pronto.

    ResponderEliminar
  4. Es una de esas cosas que haré algún día. Y Las Feroe me parece un sitio ideal para ponerse a pasmar.

    PD: Si no aparezco en un par de días es que he terminado sepultada :)

    ResponderEliminar
  5. Hola, por medio del blog de Ximo, entre al tuyo y me agrada mucho lo que escribes. A mi tambien me gusta escribir sobre las cosas simples del dia a dia. Aqui te dejo la direccion de mi blog Palabras, por si un dia quieres leer algo mio. Sera un placer.
    http://marco1661.blogspot.com

    ResponderEliminar
  6. Muchas gracias Marco. Pasaré por tu blog. Nos leemos. Saludos.

    ResponderEliminar
  7. Tú esas montañas te las liquidas en un plis plas , que lo sé .
    Petons.

    ResponderEliminar
  8. Sí, es cierto, a veces les doy una patadita y después estoy media tarde recogiendo papel.
    :)
    Merci guapetona

    ResponderEliminar