"Los que pueden actúan, y los que no pueden, y sufren por ello, escriben".
¡Qué día el de hoy! Esta mañana hemos caminado hasta Tamka desde Pereca, por el camino hemos llamado la atención de los transeúntes que apostados en las paradas del tranvía simulaban no vernos. Ese mirar al frente, a un punto desconocido más allá del Wisla, mientras sus ojos escudriñan tu anatomía y se preguntan dónde se esconde esa electricidad que desprendes. Me ocurre lo mismo y a veces, como queriendo preservarme de la mirada de otros, incluso de la tuya, opto por subirme la bufanda por encima de la nariz. La distancia, en realidad, es muy corta.
Paramos en el Beldedere, un viejo café reformado que guarda el polvo de
las antiguas capitales soviéticas. Tomamos café mientras intentas explicarme
que no hace mucho, a unos metros de allí, el terror se vestía de negro y
esposas. El “Erotic palace” más moderno de toda la ciudad parece reírse a
carcajadas de los muertos de entonces, es el signo de los tiempos.
Al atardecer, el cielo es
conmovedor, lo desconocido desaparece y empiezan a esbozarse los primeros
sueños. Debemos irnos, aún nos queda un buen tramo para llegar y el frío nos abordará de un modo intenso. Empieza a llover y corremos hasta la próxima estación.
Cargas mi bolsa como si fuera de aire y entre risas, sin saber bien de qué nos
reímos, nos sentamos en un vagón vacio. Me estiro y apoyo la mejilla contra el
cristal frío y húmedo.
Quedan apenas tres días, aunque debieran
ser tres semanas, o tres meses, ¿quién sabe? Trabajas intensamente y reescribes
sobre lo escrito y mientras lo haces te repito que no eres Penélope, que todo
está dicho y debes dejarlo marchar, porque ya no te pertenece, ahora es
nuestro, de los demás. Quizá mío un poco más, pero sólo mientras dure el frío
de la inesperada nevada de este noviembre.
Una última carrera. Llegamos
jadeantes, cansados pero encantados. La
bicicleta duerme en el rellano. Mañana empezaremos de nuevo, lo normalizaremos
con la distancia y parte de la magia descansará en no saber si realmente fue un
sueño acentuado por la sensación de quietud que tiene esta casa.
Belvedere es un vodka de suavidad traidora, y fuerza increíble. Deja esa sensación de querer tomar más, como cuando comes pipas.
ResponderEliminarTengo en el diario varias trancas sublimes, dignas de un corre ve y dile.
Un beso