¿Existen las casualidades? Pregunta fundamental. Yo no lo sé pues no dispongo del “Libro Gordo de Petete” que tiene todas las respuestas. Yo de lo único que dispongo es de un termostato vital que me indica, a través de sensaciones, si las cosas están bien o las cosas van mal. No es una gran ventaja, pues pese a gozar del magnífico termómetro y poder jugar con ventaja por ello, suelo pasarme las indicaciones por el mismísimo Arco de Triunfo de mi persona, cuando el termómetro me dice “no, no Anita” y mi músculo cardiaco me dice “Sí, sí Anita”, y así no se puede. Consecuencia: a menudo tengo una batalla campal entre el “ente indicador”, “el músculo cardiaco” y el “multi-cerebro” que tras computerizar datos, suele coincidir con el ente sensorial. Pues eso, un cristo.
Hay una segunda pregunta fundamental, ¿Existen las conexiones especiales y no necesariamente humanas? De las primeras estoy plenamente convencida, de las segundas no dejo de aprender día a día. El problema de las conexiones es que en ocasiones nos dan tanto “yuyu” que salimos por piernas, no nos vayamos a quedar colgados de la maldita conexión, como nos pasa con la ADSL de turno que, cuando menos te lo espera, se va a tomar viento. Pero a eso poco puedo decir, ¿quién es el guapo que ante una “conexión” extraña, que no sabe como gestionar, no ha salido corriendo?. Debo entonar el “mea culpa”, pues en ocasiones salí corriendo y sólo paré al llegar a Albacete. Pero en mi descargo también diré que, en otras ocasiones, me ha tocado recibir a mí, lo cual no me ha gustado un pelo y me ha hecho ser más “openyourmain”. Cosas de la vida.
Pero volviendo a las casualidades y a las conexiones, todas meneadas en el mismo pozal, debo decir que las dos existen y negarlas no es más que un error.
Así que a mí, como el que no quiere la cosa, casualidad y extraña conexión, me ha llevado a coincidir con una cosita extraordinaria, por lo extraña y fuera de lo común que es. Pero yo ya no cuestiono nada, es lo que digo “openyourmain”.
Yo que ando despistada la mayor parte del tiempo, mirándome el ombligo, tropecé de morros con un bicho (no humano) la mar de curioso. Nada más verlo, tan recogidito, me pareció que me susurraba casi como Rodolfo langostino, con acento semi-argentino, aquello de “Llevame a casa”. Pero no, no hablaba y desde luego no olía a pescado.
Así, que me dije “openyourmain” . Aquella extraña criatura, día sí y día también, a la hora de la merienda, aparecía tras el cristal de la ventana que está al nivel de la calle, apoyado en el olmo que el alcalde tuvo a bien plantar frente a la cristalera en cuestión. ¿Quién puede abstraerse de mirar mientras se zampa la merienda y te hace ojitos?. Puesto a observar, me calcé las gafas de “Mr. Magoo” y contemplé como, a ratos sí y a ratos también, el bichito tenía una consistencia especial.
La ventana, como he dicho, da a la calle, así que se asoma cuando le da la gana, y me saluda con unas manitas un tanto extrañas, pero a fuerza de verle y de oír esa especie de gorgoritos que lanza, he llegado a la conclusión que es listo como el hambre (tiene más de dos neuronas y además le funcionan), gracioso (no cuenta chistes pero como si lo hiciera), mimosín (por como se arrulla contra el cristal), ahora bien, nada de pedirle detalles, en eso es un zurre.A mí, particularmente, me parece monísimo. He podido comprobar que está al quite y que cuando le sobas bajo la barbilla y le dices tres monerías te las corresponde sin dudar, lo que provoca gran alegría. Así que no me importa como es, no me importa que cuando mira se le quede cara de cerillo, sólo sé que ahora, en estos momentos, quiero un Buplús como animal de compañía. Eso es a lo que me lleva el “openyourmain”, a un buplús en toda regla donde la conexión extrasensorial no humana y la casualidad no han tenido parangón.
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