Dice que no puede dormir, que no come, que sólo sobrevive. Bajo los ojos luce unas bolsas oscuras como las de lbasura. Dice que su vida gira alrededor de un tipo sin igual. Un hombre que lo llena todo pese a que no se queda nunca. Dice que es relativamente feliz, a ratos sí y a ratos no, pero que la vida es eso, momentitos rotundamente buenos o tremendamente malos que se equilibran. Equivocadamente coloca en el lado de lo bueno al tipo por el que suspira y en el de lo malo al resto de mortales.
Su vida es grana, del mismo color que luce la copa que alza esperando que el tipo le devuelva las llamadas, que vaya a su casa o que le explique algún que otro por qué. Dice que el tipo no es su tipo, que no le gusta, pero que no puede evitar morirse cada vez que le ve, cada vez que le escucha. Sin duda, dice, eso le hace especial. Dice que los días se vuelven terribles en su ausencia, que cuando enmudece la desconcierta, pero que no puede vivir sin él.
Sigo escuchando porque a estas alturas las bolsas se le empiezan a aligerar a fuerza de que los ojos se le humedezcan en exceso y porque no puedo moverme, siento el peso de lo conocido.
−¿Tú crees que me he enamorado?
−Sí, querida te has enamorado y de paso te has vuelto rematadamente imbécil.Bienvenida.
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