Sentada en la esquina de la cama, espera que las horas pasen. No quiere pensar en lo que acaba de hacer. Aún retumba en su cabeza el sonido de la puerta que cerró de un golpe seco. Tiró su bolsa a la escalera, no quiere que quede nada. No se siente mejor, todo lo contrario. Todos le dicen que es lo que tiene que hacer, que es cuestión de tiempo. Todo se pasa, todo se cura. Que sencillo parece cuando no es uno el que se muere cada vez que respira. Ha desconectado el timbre de la puerta, el teléfono, se ha colocado tapones en los oídos y Mahler resuena por toda la casa.
Nadie le dijo que dejar de querer fuera así de complicado. Nadie le explicó que eso que sentía cotizaba por debajo de cero cuando el otro no siente lo mismo.
Ahora intenta olvidar, sentada en la esquina de la cama. El tiempo es eterno y sabe a ginebra.
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