"Esta es la noche más triste, porque me marcho y no volveré. Mañana por la mañana, cuando la mujer con la que he convivido durante seis años se haya ido a trabajar en su bicicleta y nuestros hijos estén en el parque jugando con su pelota, meteré unas cuantas cosas en la maleta, saldré discretamente de casa, esperando que nadie me vea, y tomaré el metro para irme al apartamento de Víctor"
Hanif Kurishi
Cuando creías que ya estaba todo
hecho, mirando desde el balcón que la vida puso a tu disposición, empezaste a
ver que aquel “familia, sindicato y municipio” que tanto cuestionaste en el
pasado se había convertido en la pesada cruz con la que te movías por la vida.
Tú, tan de izquierdas, tan rotundo y ahora tan corriente. Empezaste a
dormir en el sofá porque decías que el insomnio que sufrías se expandía por las
sábanas y, sin querer, se acabaría convirtiendo en un virus que no solo te
mataría a ti sino también a ella. Pero la verdad era que, en los últimos meses, las
noches se habían poblado de su mano sujetando un cigarrillo, de sus mano acariciándose
la sien, de fantasmas que competían por colocarse uno por delante del otro,
convirtiéndolas en una batalla campal de alucinaciones que sólo se adormecían
con las primeras luces del día. Empezaste a amanecer un poco más callado, hasta
que ya no tuviste nada que decir y el pasado con el que venías sobreviviendo se
derrumbó entre aplausos silenciosos. Ahora, pasado el tiempo, con nuevas reglas
pero idénticos sacrificios, andas perplejo y pasas las noches fumando,
consumido por el run-run de la nada, esperando que el sol salga otra vez y que
alguien te ponga al descubierto una vida entera.
Genial leerte, un saludo.
ResponderEliminarNo sé. El insomnio ayuda a pensar en gris, a contar miedos, y si eres joven a ponerte tieso.
ResponderEliminarBuen relato, Noire.