Nosotros no coligamos Estados, nosotros unimos personas.
Jean Monnet
Algunos pudieran considerarme una europeísta
convencida y ciertamente lo soy. Algo de culpa tiene Jean Monnet y los años
rondando una Cátedra recién creada que concentraba a unos cuantos raros, entre
ellos, la que suscribe. La idea de una Europa global y unida, bajo el gobierno
de todos y para todos, fue algo que siempre consideré esencial. Algo que en
estos momentos de desconcierto político es absolutamente fundamental sobre todo
cuando algunos nacionalismos trasnochados pretenden la imposición de su carácter
excluyente. Pero algo le falla a aquella Europa que los románticos imaginábamos.
Mi primera decepción vino con la tibia intervención europea en la guerra de la
antigua Yugoslavia. Y aunque a día de hoy las cosas se siguen haciendo regular,
la unión y cooperación entre Estados es más necesaria que nunca. Es una
cuestión de seguridad, de supervivencia económica, de la posibilidad de
intervenir en todas aquellas cuestiones que van a influir en la vida de las personas
con las que convivimos para mejorar su calidad, de garantizar los derechos no solo humanos sino también fundamentales de sus ciudadanos, y de trabajar por la extensión internacional de esas garantías. Cuanto más grande
sea la participación de Estados en las instituciones comunes más cerca
estaremos de conseguir no solo la paz para sus gentes sino también su
bienestar, aunque a veces no lo parezca.
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