"... Hay quien sabe vivir como un sonámbulo.
Yo no he logrado aprender este cómodo estilo de existencia...".
A lo lejos se ven los trémulos nubarrones que el cristal oscurece aún más. Si mantienes la mirada fija en el horizonte puedes verlos oscilar en un vaivén casi hipnótico, efecto de una calima insoportable que casa mal con el frío excesivo que hace en el vagón.
La ventana engulle los tendidos eléctricos y debo dejar de mirar si no quiero marearme. Cientos de bombillas iluminan Coney Island. Si cierro los ojos soy capaz de verlas titilar, pero sé que sólo es una ilusión óptica. Mirar a un punto fijo y parpadear salvajemente de un modo estúpido para que el mundo se ponga del revés.
No hay nada más allá de ti mismo. Todo empieza y acaba en el mismo lugar, lejos de esos paisajes que inventaste un día cualquiera en el que el artificial frío de un mes de junio te congeló por dentro. Pero las bombillas de Coney Island existen aunque sólo tú pueda verlas.
Claro que existen esas bombillas, Anita.
ResponderEliminarSe ven desde aquí. Y se oyen muy bien, por cierto ;)
Las bombillas, de cualquier sitio, si se mueven, si las miras desde la extraña sensación (ensoñación), de tu punto ciego, tienen esas cosas
ResponderEliminarQué pasará el día que descubramos que somos la ilusión óptica de otro.
ResponderEliminarEso creo MdelMar, que las bombillas existen sí o sí.
ResponderEliminar:)
Kenit, tengo más puntos ciegos que un kiosco de la ONCE. Desastre en estado puro.
ResponderEliminarLuis, el día que eso pase será el final.
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