Tengo que taparme los ojos y lo hago con las dos manos, apretando fuerte, muy fuerte. Sin embargo, al apartarlas todo sigue igual y no me queda otra que rendirme a la evidencia de la existencia de su otro mundo, otro que se le ensancha a medida que el nuestro, el mío, se estrecha hasta convertirse en el filamento que me ahorca. Me rindo ante la evidencia, sin quererlo y con la voluntad superada.
Reconozco cada una de sus palabras y debo colocarlas lejos porque no son mías, ni son para mí. Y maldigo el preciso instante en que nos cruzamos. No fue ninguna suerte sino todo lo contrario y el tiempo, con la crudeza de la realidad que trae con cada minuto, con cada segundo, se encarga de recordármelo de manera constante.
Fluctúo entre la tristeza y la rabia, entre la admiración y la desazón. Vuelvo a taparme los ojos con las manos apretando fuerte, muy fuerte y sé que cuando las retire empezará de nuevo el círculo de la rabia y el deseo interrumpido, de la admiración y el rechazo, del abatimiento y la euforia del que sabe que ha perdido toda esperanza y que, pese a ello, volvería una y mil veces a ese preciso instante en que el mundo se paró de modo inesperado.
A eso se le llama latir. Y es que se siente.
ResponderEliminarUn beso.
Tal vez incluso demasiado.
ResponderEliminarBss
Demasiado....???Estar viva y "vivísima"...Me ha encantado...Gracias ("pa´" variar)
ResponderEliminar