sábado, 21 de noviembre de 2009

OLVIDAR NO OLVIDANDO



Cuantas veces, mientras estuviste frente al papel, pensaste en hacerle llegar una nota. Algo había que decir, pero no sabías el qué. Y es que quizás no había nada que decir, nada que contar. Fueron cientos de veces y cientos de cartas las que empezaste y nunca terminaste, porque no sabías que es lo que podías escribir que reflejara fielmente el desasosiego, la añoranza y la soledad que sentías en ese momento. No querías complicarte la vida. No querías que trascendiera que por un instante el mundo se tambaleó y dudaste de ti mismo, de tu existencia, de tu futuro, de tu propia vida. Hoy cuando ya ha pasado el tiempo, haces balance y, pese a lo sosegado y sin riesgos del tiempo transcurrido, te pesa aquello que, aún no sabes por qué, no pudiste, no supiste, no quisiste decir. Aquellas notas, que aun conservas, que son parte de tu memoria, hace mucho que empezaron a amarillear. Son el último cordón umbilical que te une a aquello que sabes existió y del que ya no conservas más que una memoria totalmente deslucida y el sabor agridulce de saber que por un tiempo te hicieron sentir vivo de nuevo. Porque amar es sufrir, porque amor y sufrimiento son las dos caras de la misma moneda y sentir la dualidad de ese sentimiento sólo significa que estás, estuviste, vivo.
Y hoy, mientras las manos ya envejecidas repasan aquellas notas, las observas y ves que se han ido impregnando del sudor de tus manos, ese sudor que te inunda el cuerpo mientras un escalofrío te recorre la espina dorsal. No quieres recordar el último instante en que estuviste junto a ella, que la viste, que la sentiste cerca, y sin embargo, por necesidad vital, acudes recurrentemente al recuerdo del primer segundo en el que decidiste que era mejor girar la espalda al destino y olvidar “aquello” que no eras capaz de encajar en ningún sitio. Así has seguido durante años, entre olvido, calambres y sudores.
Ha pasado el tiempo, tus notas se han convertidos en simples apuntes de historias ajenas que nadie vivirá, que nadie escribirá porque a nadie más que a ti interesan, historias corrientes de álguien que por un instante amó de una manera irracional. Y ahí seguirán, guardadas en una carpeta que no contiene más que los retazos de una vida, pedacitos desencajados y deshilvanados, sin ninguna conexión ni lógica alguna, salvo para tí que durante años has procurado no perder esas cuatro notas que te han permitido ser consciente de que en un momento de tu vida decidiste olvidar no olvidando.



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