Quienes me conocen saben de mi don para ubicarme en distintos lugares a  la misma hora. No, no es porque sea Divina, que lo soy, sino porque me  muevo con una scooter por la ciudad Planetaria que es Barcelona.  Planetaria porque es donde se celebra cada año la entrega del Premio  Planeta, el laureado y buscado (por la pasta que reparte) galardón  literario. Así que estuve en una fiesta Under-Planeta y en el Premio  Planeta
Este año, como viene siendo habitual, la cosa fue así como de  mucho lujo. Yo andaba todo el día nerviosa, había comprado unas medias  estupendas, me había alisado el pelo para conjuntarlo con un vestidito  muy fashion comprado para la ocasión y tenía la cámara fotográfica  preparada para inmortalizar los fastos para los que “The big boss”, me  había acreditado convenientemente.  Al llegar, primer asalto, aparcar la  moto y bajar el caballete con los tacones, fue  todo un espectáculo. Por  suerte pude hacerlo frente a las dos entradas señaladas: invitados y medios de  comunicación (yo iba tan estupenda que bien podía haber pasado por  invitada si no fuera por el tranco que colgaba de mi cuello), así que un  azafato de lo más amable me dirigió a la entrada de “medios”. Al llegar  te daban la acreditación en el mostrador con una tarjeta para la  quiniela que se hace cuando sólo quedan 5 finalistas y los números de  mesas destinados a la prensa. Te podías sentar en la que quisieras  (debo decir que busqué donde estaba los compañeros más guapos pero esos  andaban copados). Había photocoll, pero cuando lo descubrí, ya estaban  allí todos los periodistas así que las fotos que salieron, son un  desastre. Es lo que tiene ser más baja que la media y calzar unos  taconazos de 10 centímetros, la cosa no está para hacer equilibrios.

Todo  muy espectacular, era algo así como muy de Hollywood, con presentadora e  imágenes en las pantallas gigantes, besos y abrazos por doquier.
Pasamos  a cenar y yo me senté en la mesa 48. La que más cerca vi del escenario.  En ella, tres señores con corbata, muy serios. Mientras esperamos a que  nos sirvieran la cena, yo me di un paseo por entre las mesas para hacer  fotos a los importantes y lucir el estilo y garbo que mis buenos euros  me costó. En esto que me cruzo con el Molt Honorable ex President Sr.  Jordi Pujol. Le digo que si le importa que le haga una foto, me dice que  “faltaría más”. Disparo mi Canon y el buen señor me pregunta si yo sé  donde se tiene que sentar. Levanté mi ceja y porque soy muy educada le  dije que no, pero que enseguida le avisaba a una azafata porque YO, soy  de los MEDIA. Pero,  esto es Cataluña, y como la pela es la pela, le digo que no se preocupe,  que se lo averiguo. Rauda y veloz, con ese porte que tengo, levanté la  mano con una autoridad espectacular para llamar a una de las azafatas.  Mientras ésta se acerca, el buen hombre me pregunta que si soy  periodista, le digo que sí y me pregunta que para que periódico trabajo.  Ahí veo el cielo abierto, ya que yo iba acreditada por una televisión  local y no por “Más que palabras”. Le digo que trabajo en la televisión  local con un presentador muy conocido (no voy a dar su nombre puesto que  no me paga como es debido y la propaganda no me da la gana hacérsela), a  lo cual el hombre exclama; “hombre, el meu amic XXXX. Doni-li vosté  records de part meva” (XXXX  y Jordi Pujol son grandes amigos). En ese  momento llega la azafata. Yo le digo que el “President” necesita  encontrar su mesa (básicamente porque no está para muchos meneos. El  President tiene una edad). La joven se dispone a acompañarlo pero antes  el “Molt Honorable” me da la mano, ha sido un placer y me repite que le de  recuerdos a XXXXX. Esto fue lo más interesante de la cena. Eso y el  guapo gacetillero que me encontré en el guardarropía y con el que  terminé compartiendo codazos  y dándonos los teléfonos en el momento de las fotos.
Ya en la  mesa, aparece un tipo super alto que se sienta a mi lado y resulta ser  el fotógrafo de "Qué Sopor", un argentino lapa y plasta como él solo.  Aparecen dos señores más que compartieron la velada con el plasta y  conmigo. Como soy la única mujer en la mesa, pues lo tengo fácil, todos  quieren hablar conmigo (a veces los hombres son simples como el  mecanismo de un chupete). Uno de los presentes resultó ser el director  de “Estroney Digital” me da su tarjeta, le doy la mía y a los cinco  minutos me enseña su BlackBerry (la desenfunda como si fuera un  revolver. Uy! que miedo). Introduce la dirección de la web,  masquepalabras.info (por la que yo acudía camuflada). Introducir, sólo introdujo  la dirección web, pese a que sus ojitos dijeran que el hombre lo que  quería era introducir otra cosa… (Olvidemos esto). El otro de los  presentes, e director de “El Misterios”, me entrega su tarjeta y  ambos dos se interesan por mi iniciativa, mi valentía, mi dedicación  desinteresada… amos, que me parece que, a la vista que no se iban a  llevar el premio, buscaban llevarse “la pedrea”. A todo esto el  argentino seguía dando el coñazo con que si la organización trataba mal a  los periodistas y bla, bla, bla. Debo reconocer que en esos momentos  tenía ganas de arrearles a todos con el bolso y con el photoshop.
Quedan  dos finalistas y la prensa nos dirigimos al escenario. Empujones,  codazos, pero como una ya lleva dos o tres de estas, saqué pecho (en  sentido figurado, claro), estiré y metí cuello y de aquí no me mueve ni Dios. Que se quejan, pues que les den. El resultado fueron tres o cuatro  fotos bastante buenas.
A continuación, rueda de prensa. Miembros del  jurado y ganador y finalista. Por cierto, que la finalista, más sosa no  podía ser (Hija de mi vida, que estamos en el Planeta, daban ganas de  decirle). Al menos Mendoza hizo algún que otro chiste, pero ella... En  fin, esperemos que escriba mejor que festeja sus premios. 
Finalizada  la cosa, teníamos una invitación a tomar una copa en la sala Ribelinos,  la más pija de Barcelona por excelencia. Pero como no quería encontrarme  con el argentino y que siguiera con la vara que me estaba dando, ni con  los dos trajeados, fuera a ser que me echasen una aspirina en la coca  cola, servidora se puso las bambas, se subió a su  scooter que dormía el sueño de los justos frente al Palau de Congresos  de Barcelona y se fue a casa, que ya eran más de las 2 y la moto se me  vuelve calabaza. 
Queridos, esta es mi crónica del premio Planeta  2010. El año que viene, si la jefa lo consiente, igual nos tomamos hasta  unos canapeses y nos iremos de copas (ella y yo), sin argentinos, ni tipos  encorbatados, ni sosas semifinalistas, ni finalistas cantaos.