viernes, 8 de octubre de 2010

BEDS



Me descoloqué mientras ponía los pies sobre la alfombra. Me había revuelto toda la noche, la cama me quedaba grande. Al amanecer, la luz que se coló por el resquicio de la persiana no era como siempre. Me pareció más mortecina, menos real. El día no iba a traer nada nuevo. Quizá fuera que todo se había empezado a desvanecer en el mismo momento que me acosté en aquella cama. No era la mía, no era la suya. Una cama intermedia que mañana será ocupada por otro que tal vez también se perderá, en solitario, buscando con su mano el cuerpo del que está ausente.

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