Cuando falleció mi abuela, corría el año 1986, hubo que desmontar su casa, guardar sus cosas, deshacernos de un montón de objetos, recuerdos, que no podíamos conservar. Durante varios fines de semana, entré en su casa sintiendo que ya no era la misma. Cuando alguien muere, ni las paredes quedan indemnes. Habíamos estado empaquetando durante horas y, al final, junto a una caja de fotografías antiguas me quedé con algunos libros. Mi abuela, hasta que quedó ciega, había sido una gran lectora. Entre los libros que me llevé, uno fue especial. No porque tuviera ningún interés por él, fue la casualidad la me llevó a escogerlo entre los diez que había decidido me iba a llevar. Había caído al suelo y de entre sus hojas se deslizó el recorte de un periódico hoy ya desaparecido, “El Noticiero Universal”, del día que nací. Este y no otro fue el motivo por el que desde entonces tengo un ejemplar, una primera edición, de “Volverás a Región” de Juan Benet.
Debo confesar que no lo leí hasta algunos años más tarde, mi relación con Benet empezó por una pura casualidad y continuó por empecinamiento.
Nos acercamos a las cosas por los motivos más variopintos, en este caso, a la literatura de Benet, por un motivo absolutamente sentimental que me llevó a lo esplendido.
¿Por qué me he acordado hoy de la anécdota de Juan Benet y mi abuela María?
Pues porque, mientras mataba el rato en la sala de visitas de un hospital cualquiera, una mujer, con un libro en su falda, cortaba la esquina de un periódico, lo suficientemente grande para ser algo más que un improvisado punto de libro. Lo ha doblado casi con mimo y lo ha colocado entre las páginas del ejemplar que sostenía sobre las piernas. Al poco, otra mujer la ha recogido y juntas, del brazo, se han encaminado hacia el ascensor. He seguido sentada unos minutos más, pensando que tal vez se dirigieran a la nursería y que tal vez, dentro de unos años, sin quererlo y de una manera absolutamente casual, el gesto de hoy lleve a alguien a enamorarse de los libros.
Ojalá así sea.
"Para llegar a Región hay que atravesar un elevado desierto y el viajero en un momento u otro conocerá el desaliento al sentir que cada paso hacia adelante no hace sino alejarlo un poco más de aquellas desconocidas montañas. Y un día tendrá que abandonar el propósito y demorar aquella remota decisión de escalar su cima más alta...o bien -tranquilo, sin desesperación, invadido de una suerte de indiferencia que no deja lugar a los reproches- dejará transcurrir su último atardecer, tumbado en la arena de cara al crepúsculo, contemplando cómo en el cielo desnudo esos hermosos, extraños y negros pájaros que han de acabar con él, evolucionan en altos círculos. "
Volverás a Región -Juan Benet-
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ResponderEliminar¿Como conocí a Thomas Bernhard? Gracias al gesto de una amiga...ella ama los libros.
ResponderEliminarHay estados y situaciones que por raras paradojas se repiten, en nosotros y en los demás. A veces la vida se percibe de idéntica forma.
ResponderEliminarQue suerte Poma! Encontrar a Thomas Bernhard siempre es un gustazo.
ResponderEliminar:)
Yo también lo creo Kenit. Las cosas se repiten siempre. Ayer andaba dando vueltas a el motivo por el que, incomprensiblemente, las cosas se nos repiten una y otra vez. No sé si tiene algo que ver con esto, pero bueno, en esas ando.
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