"Perforando las capas de impenetrabilidad, el Mañana, como un ardiente efebo de Sócrates, mira hacia abajo, al cadáver ahogado, y la resurrección brilla en sus ojos. Veo el cuerpo de mi amante entrelazado con el suyo. Mi amante me hace señas. Sonríe. Señala con el dedo. Baja la mano hasta el agua y agitándola destruye mi imagen. El cieno me recubre. El cieno me tapa los ojos. Mis sollozos ascienden a la superficie hechos burbujas, mis aullidos son como alfilerazos en el aire, como mensajes de libélula.
En ese momento la confusión se aclara. Veo que allá arriba se despliega un anochecer de verano. Mi amante yace bajo el tilo besando al Mañana con su boca que en tiempos era mía. Oh el tumulto, el inútil clamor de los condenados. Oh el lenguaje del amor. El ininterpretable. El inarticulado. Amore. Amore. Amore".
Un relato angustiso: el amor tiene esas cosas.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho también su segundo libro, que ha salido hace poco: Los pícaros y los canallas van al cielo, en la misma editorial. Es también muy intenso y especial.
ResponderEliminarAna.