Pulsó el “1” seguido de la tecla almohadilla y escuchó sin levantar la vista de la mesa. En el buzón, un solo mensaje. Bebió las últimas gotas de un café preparado sin ganas. Con el dedo resiguió los dibujos del mantel, pensó en la cantidad de veces que había repetido ese mismo gesto. Algunos días se tornan fríos de repente.
Bajó las escaleras contando los escalones como una letanía. Salió a la calle y caminó despacio hacia ningún lugar. Su rumbo no pedía ligereza sino acierto. Una vez más, pulsó el “1”, escuchó y borró. Guardó el teléfono en el bolsillo y continuó caminando. Empezó a mirar de reojo, podía permitirse sonreír. A un lado y a otro, tal vez por allí. Sólo debía reconocerla. Tarde o temprano tropezaría con una mirada tan huidiza como la suya. Sólo tenía que caminar y mirar. O tal vez, sólo mirar, sólo un poco más allá, ahí donde los ojos no ven. Sólo un poco más allá.
Hay miradas que pasan de lado y no las reconoces.
ResponderEliminarA eso también se le llaman encuentros en la tercera fase.
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