De los pocos lamentos que tengo en la vida, muy pocos tienen que ver con el día a día. Vivo la vida que me ha tocado o la que yo he ido fraguando a golpe en ocasiones de aciertos y en otras de grandes desaciertos. Sólo lamento aquello que no puedo tocar, aquello que engullí hacia dentro porque hacia fuera no encontraban respuesta, porque la locura que suponían no debían siquiera traspasar la fina piel que envuelve lo que realmente es frágil. Y mis actos no sólo dependen de mí, ni siquiera lo que quiero, espero o deseo. Dependen de que eso se dirija al lugar que corresponde. Y eso duele.
El equilibrio de los sentimientos es muy difícil. No tienen una dependencia directa de nosotros mismos.
ResponderEliminarCierto. Eres un gran sabio.
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