Hoy ha sido un día de asco absoluto. En realidad, empieza a ser una realidad de asco diario que se acumula uno sobre otro y, de una manera exponencialmente veloz, va creciendo hasta convertirse en una montaña más alta que el Kilimanjaro. Una mañana terrorífica que sólo se ha aliviado cuando, tras esperar más de una hora en la calle, mi amiga Berta, con la que comparto algunas cositas laborales, me ha recogido para dirigirnos a la célebre comida de navidad (pronto nos la colocarán en el mes de junio), que nuestro patrono tenía a bien darnos (pagando cada uno lo suyo, que la crisis es muy mala). La comida, una encerrona. Un recorte presupuestario, un aumento de horas, nuevas condiciones draconianas y hacernos comer unos "marrones" a los que no estamos dispuestas, las responsabilidades para quien las tenga. Más que una comida era una reunión en toda regla, disimulada del buen rollo en el comer, que pretendía prolongarse en otra reunión más reglada, como así ha sido. Pero como ni Berta ni yo somos tontas, sino que ya hace tiempo que empezamos a menstruar y, donde no llega una llega la otra, hemos simulado un suicidio conjunto a base de atiborrarnos, durante el aperitivo, de una nauseabunda mayonesa que bañaba unos langostinos más nauseabundos todavía. Un truco infalible. A los diez minutos de empezar la reunión reglada, esa que pretendía seguir dándonos “pal pelo”, unos más que oportunos dolores gastrointestinales, corregidos y aumentados, haciendo cundir el pánico de un contagio masivo de salmonelosis entre nuestros superiores, ha puesto fin la reunión. Ni que decir tiene que en cuando hemos salido por la puerta, los dolores han desaparecido y un par de gin-tónics, cargados lo justo para no dar positivo en el control de alcoholemia que hemos vislumbrado al final de la calle, han puesto fin a una jornada laboral de esas que deberían desaparecer de la faz de la tierra, llevándose por delante a todo ese maremágnum de gentuza que nos gobierna, en lo laboral, en lo personal y que nos hace la vida trizas.
Definitivamente, un día para olvidar y, si la cosa no mejora, haré uso real del bote de la mayonesa que anda prejubilada en mi nevera desde 1996.
No deberías. Mejor el tubo de escape de la bicicleta. Kenit
ResponderEliminarGuarda ese bote mayonesa como oro en paño,cualquier día de estos de lo pido.
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