Que la vida no es justa es un lamento común. Algunos creen en la justicia material, en la posibilidad de enderezar el mundo a base de principios humanistas y valores que la gran mayoría considera trasnochados. Algunos creen aún en una especie de derecho natural extraído de la esencia misma del ser humano. Javier lo creía así por eso nos entendíamos. Trabajó toda su vida para que los demás creyéramos que lo que vivíamos como episodios injustos en nuestro camino profesional sólo eran escollos que debían reforzarnos en nuestro trabajo, continuar sin cejar en el empeño que lo justo fuera la luz que nos guiara en la desesperanzada profesión que habíamos elegido. El miércoles mismo, en un café de primera hora, le dije que era un romántico. Me acusó con el dedo de intentar abandonar el barco y me dijo que prefería seguir siendo un romántico a pudrirse entre tomos de papel en los que no creía, a defender un sistema eque no fuera el suyo y que cuando eso ocurriera lo dejaría y se dedicaría a pintar. Le invité a que comer la próxima semana y continuar hablando de ello.
No reconozco el nombre que veo en el cartón que hay sobre el atril y doy varias vueltas hasta que doy con su sala. Dicen que ahora descansa en paz. Estoy segura que no quería descansar, sino todo lo contrario, querría estar sentado en la plaza de la Virreina, repasando todos los periódicos del día, bebiendo litros de café, dedicando la tarde a lo que más le gustaba, escribir sobre la bondad del hombre y su necesidad de un universo justo y a pintar unos cuadros absolutamente infumables.
Voy a su despacho, el sol todavía no ha salido. Es como si el domingo se estirara para no llegar. Es la segunda vez que me toca hacer esto en los últimos meses y no creo que pueda hacerlo una tercera que no deseo que llegue nunca. Repasamos su agenda, coordinamos con su secretaria. Mañana hay que parar la máquina. Aquellos a los que defendía no tienen que sufrir en demasía el contratiempo de la desaparición de aquel que defendía sus intereses.
Cuelgo su toga. Cada vez me interesan menos cosas y me importan menos personas. Sé que el final siempre es el mismo pero es terriblemente injusto el modo en el que llega en algunas ocasiones. Mierda de domingo.
the beatles -
Hay domingos para olvidar, y domingos para recodar. Este domingo tuyo es de los que hacen poner los pies en la tierra; ponen una marca, y es como si uno partiera de cero. La única realidad es que todo es efímero.No hay realidad, es un fluir y fluir.
ResponderEliminarHay días que son para olvidar y temporadas para echar la aldaba. A veces todo se nos pone muy cuesta arriba. Un poco de tregua no vendría mal y que nos dejen fluir, como dices. Un saludo Kenit
ResponderEliminarAinnnssssss lo siento... pero, ya sabes, que llegamos a esta vida para después de hacer lo que nos toque en ella, marcharnos...
ResponderEliminarBesos...
Un petó molt fort.
ResponderEliminarMarta R.