A los pies de mi cama reposa un baúl de madera. Fue bautizado, hace ya algunos años, como el baúl del “por si acaso”. Ayer, mientras buscaba la póliza del seguro de mi casa, rescaté una carpeta de papeles, fotografías y demás.
Me senté en el suelo porque no de otra manera se puede leer y ver algunas cosas. Encontré las notas que escribí el día que falleció mi padre. Era un sábado, el frío nos había dado una tregua y un tímido sol vestía la mañana. El día había amanecido esplendoroso, pero aún así supe, aún no sé como, que no pasaría de ese día. Cruce Barcelona y tuve la certeza, de nuevo, que era la última vez que recorría ese camino.
Leer hoy, con la perspectiva del tiempo, lo escrito sobre un momento que entonces estaba por llegar, en el que todo se basaba en incertidumbres, se me hace extraño, y me maravillo ante la capacidad que tenemos las personas para percibir, intuir sin saberlo, como discurrirán los acontecimientos, nuestros estados personales y nuestros propios sentimientos.
No fueron buenos días, tampoco estos lo son. Deberíamos aprender a elaborar el duelo ante las pérdidas que súbitas o esperadas nos dejan tiritando. Deberíamos poder exorcizar la pena cuando nos invade y pensar, aunque nos parezca imposible, que podremos continuar caminando con la mirada al frente. Nada, salvo nuestro propio final, nos puede detener.
Las ausencias pueden ser como piedras en un bolsillo que nos hunden al intentar cruzar el río. Sin embargo, prefiero pensar, aunque a veces ni yo misma lo creo, que se convierten en el aire que nos empuja, a pesar del dolor con el que lo impregnan todo, hacia el maravilloso futuro que nos espera aún sin saberlo.
Ayer volví a guardar con cuidado lo anotado aquel día mientras viajaba en la parte trasera de un autobús. Abro la ventana, ni siquiera los dos grados de temperatura me acobardan. Necesito aire.
Quizás las piedras nos hundan, pero también nos dan la oportunidad de ver las maravillas del fondo del mar...
ResponderEliminar;-)
Feliz finde!!!
Cierto querido, y ahí abajo hay espectáculos grandiosos acompañados de silencios inmensos.
ResponderEliminarBuen finde :)
Aquell matí em vas telefonar a Bruseles. El meu pare havia mort feia sis mesos. Em va sorpendre la teva serenor i el fet que sabies que ja no hi havia res a fer. Et vaig estimar tant i aquell dia molt més encara. He tingut la sort de que et creussis a la meva vida, vaig ser molt tonto pero com tu mateixa dius, tot dona moltes voltes.
ResponderEliminarUna abraçada. Jaume.
Continues sent molt tonto, només que ara ja tens 2o anys més. :)
ResponderEliminarGenial. Me gustó leerlo.
ResponderEliminarTener un baúl “por si acaso” es necesario guardar nostalgias, ausencias y esas cosas.
Un abrazo.
Kenit
Sí, Kenit, a mi me gusta mi baul de "por su acaso".
ResponderEliminarUn besote.
Cuando tenía 11 o 12 años, introducía en la ranura de una mesa de una pieza, hojas con textos aleatorios. Al cabo de los años, cuando mis padres tiraron la mesa, la rompí para rescatar los escritos y al leerlos, fuí consciente de lo mucho que infravaloramos a los niños.
ResponderEliminarUn Saludo.
Es cierto, a los niños no se les toma en serio. Yo conservo una libreta (que guardó mi madre) que, en ocasiones, al releerla alucino que alguien tan pequeño escribiera esas cosas.
ResponderEliminarUn saludo Steppenwolf