Hay caminos que uno debe recorrer en solitario. Nadie puede acompañarnos. Nos pasamos los dias rodeados de personas de las que esperamos mucho, poco o nada; gente que a su vez espera todo, algo o nada de nosotros mismo.
El ser humano es sorprendente, voluble y muchas veces imprevisible. Los matices no dejan lugar a dudas, somos algo realmente especial en lo genial, en lo torpe y en lo detestable. Por eso, en ocasiones, por pura necesidad de sobrevivencia, algunas personas se desdoblan en quienes son y en quienes quisieran ser. Bisutería de uno mismo.
Podemos inventarnos una personalidad fantástica, pasear por la vida de relumbrón y hacer que los demás inclinen la cabeza a nuestro paso. Pero lo burdo, lo tosco, la falso se sostiene poco, el día a día pone zancadillas para que todo eso aparezca. Convivir con las miserias de uno mismo requieren temple.
Porque no siempre somos grandes, honestos, no siempre amables. Podemos vestir ropajes que muestren al mundo eso que no se es, eso que se quisiera ser, porque de otra manera la vida sería insoportable. Pero eso dura lo que la comparsa quiera.
La noche llega siempre, nuestra noche. Y es entonces cuando se quiera o no, la conciencia nos reclama y da comienzo el camino de nuestro propio reconocimiento, el tuyo, el suyo, el mío. El del reconocimiento de la propia necedad, del infeliz que somos, del monstruo que llevamos dentro. No es fácil. Un camino que sólo podemos caminarlo a solas, escondiéndolo a los demás, para no convertirnos en menos que cero.
© Fotografía naq
Pues si, a solas y dificil, pero .... Los que reconocemos nuestro lado oscuro, somos menos monstruosos.
ResponderEliminarAsí es Poma, reconocerse las propias miserias quizá nos convierte en un poco menos monstruos pero sólo cuando ese conocimiento de lo negativo nos permite rescatar lo bueno que hay en nosotros, sólo entonces nos convertimos en menos monstruosos.
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