Hay épocas duras, durísimas, que las pasamos con la esperanza de que sean la antesala de mejores momentos. Vivo una de ellas. Concurren demasiadas circunstancias, algunas de ellas me sobrepasan, pero las vivo con el anhelo que el enorme sacrificio de hoy se transforme en un aceptable mañana.
Pienso que algunos momentos deben vivirse en el recogimiento de la soledad, no hay nada que entregar, no hay nada que recibir. Es quizá, por eso, que lo único que cabe es centrarse en lo que nos aligera y nos permite descansar el alma agotada. Centrarnos en nosotros mismos y olvidar. El mañana está por llegar y llegará para aliviarnos al fin.
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"Los sentimientos y observaciones del hombre solitario son al mismo tiempo más confusos y más intensos que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza. Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes. La soledad engendra lo original, lo atrevido, y lo extraordinariamente bello, la poesía. Pero engendra también lo desagradable, lo inoportuno, absurdo e inadecuado.
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Sus nervios acogían ansiosos los lánguidos tonos, las melodías sentimentales y vulgares, pues la pasión paraliza el sentido crítico y recibe con delicia todo aquello que en un estado de serenidad se soportaría con disgusto.
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A veces permanecía en la arena, con los miembros extendidos; la sábana envolvía su delicado cuerpo; el brazo, suavemente modelado, descansaba en el arenal, con la barbilla apoyada en la palma de la mano. El muchacho llamado Saschu, sentado junto a él, lo contemplaba sumiso, y nada más seductor cabe imaginar que la sonrisa de labios y ojos con que él miraba enaltecido al otro, al admirador, al servidor. Su cabello, rubio, de miel, se adhería en los rizos húmedos a sus sienes y a su cuello; el sol hacía brillar el vello de la parte superior de la espina dorsal; se destacaban claramente bajo la delgada envoltura el fino dibujo de las costillas, la uniformidad del pecho. Sus omóplatos eran lisos como los de una estatua; sus rótulas brillaban y sus venas azulinas hacían que su cuerpo pareciese forjado de un fino material traslúcido. ¡Qué disciplina, qué exactitud de pensamiento expresaba aquel cuerpo tenso y de juvenil perfección!. "
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Sus nervios acogían ansiosos los lánguidos tonos, las melodías sentimentales y vulgares, pues la pasión paraliza el sentido crítico y recibe con delicia todo aquello que en un estado de serenidad se soportaría con disgusto.
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A veces permanecía en la arena, con los miembros extendidos; la sábana envolvía su delicado cuerpo; el brazo, suavemente modelado, descansaba en el arenal, con la barbilla apoyada en la palma de la mano. El muchacho llamado Saschu, sentado junto a él, lo contemplaba sumiso, y nada más seductor cabe imaginar que la sonrisa de labios y ojos con que él miraba enaltecido al otro, al admirador, al servidor. Su cabello, rubio, de miel, se adhería en los rizos húmedos a sus sienes y a su cuello; el sol hacía brillar el vello de la parte superior de la espina dorsal; se destacaban claramente bajo la delgada envoltura el fino dibujo de las costillas, la uniformidad del pecho. Sus omóplatos eran lisos como los de una estatua; sus rótulas brillaban y sus venas azulinas hacían que su cuerpo pareciese forjado de un fino material traslúcido. ¡Qué disciplina, qué exactitud de pensamiento expresaba aquel cuerpo tenso y de juvenil perfección!. "
Muerte en Venecia-Thomas Mann-
Ay, esa gota de rimmel que se escapa como la vida misma. Una vida devastada por la tristeza y la soledad. Y ese último momento de dolorosa pureza. Mi madre estaba colgada por el señor Bogarde, por cierto.
ResponderEliminarAlgunos momentos son así, con Bogarde o sin él.
ResponderEliminar:)
Deseo que el mañana sea pronto, y que sea lleno de dicha.
ResponderEliminarLa vida es eso que cuentas.
Un beso grande.
Claro que mañana será pronto, el tiempo pasa rápido y al final no nos acordamos de los malos momentos, ni de los esfuerzos sobrehumanos. Al final siempre nos acordamosde lo mejor y eso, en definitiva es lo que nos mejora la vida.
ResponderEliminarQue pasen pronto los malos momentos. Y por supuesto hay que quedarse con lo mejor de cada tiempo, incluso de esos de soledad.
ResponderEliminarUn beso.
Cuando uno está agusto en su piel, como tú, supera las dificultades y esos momentos de soldad aportan más sabiduría.
ResponderEliminarAnimo ¡¡
Pués eso Pilar quedarse con lo bueno y seguir adelante, queda mucho camino :)
ResponderEliminarGracias
Poma, siempre te lo digo, te voy a poner un piso :)
ResponderEliminarGracias.
Vivir momentos malos hace valorar los buenos todavía más. Y a las personas que están cerca en unos y en otros.
ResponderEliminarUn abrazo desde aquí.
Teresa
Es cierto Teresa. Un abrazo.
ResponderEliminarLa soledad nunca es completa para una persona con una mente lúcida, puesto que en esos momentos es cuando más escuchamos a nuestro propio yo, que puede ser un compañero terrible cuando se pone a pedir explicaciones y a lanzar acusaciones, o la mejor de las compañías cuando te regala su indulgencia. En este caso, la soledad es una fenomenal auto-crítica, y después viene todo aquello del ave fénix, etc., etc... En los demás casos, la soledad se convierte en victimismo y este, a su vez, en un estilo de vida.
ResponderEliminarEstaremos aquí cuando renazcas.