Sentada frente al espejo, centró la vista en el reflejo de sus propios ojos. Intentaba descubrir si en el centro de sus pupilas se escondía un secreto que ahora necesitaba con urgencia. Cabía la posibilidad que oculto en la retina descansara lo visto, imágenes que el tiempo había empezado a deformar y a tiznar de negro como un lejano recuerdo.
Esperaba que allí, entre lo excesivo, permaneciera impreso a la espera de revelarse de nuevo. Pero ni el deseo contumaz de encontrarle, ni la desesperada violencia en la búsqueda, le devolvieron nada. Poco a poco, como si aquellas pupilas también fueran a desaparecer, se fueron contrayendo, y terminaron por estrangularlo todo.
Pero en algún momento estuvo allí, en el fondo de un iris ahora ciego. El tiempo lo transformó en sencilla agua salada que se escapa por el hueco del lagrimal.
Permanecer en el irirs del otro. Me gusta la metáfora. Es bonito.
ResponderEliminarUn beso.
Alguna cosas, dicen los científicos, que se clavan ahí y que cuando cierras los ojos los ves, como si se tratara de un cinexin. Gracias Kenit. Besos
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