Apenas quedan unas horas para que se abra, entre ellos, una profunda sima abisal. Allí caerán, los dos, sin remedio. Y perdidos en la oscuridad de sus frias aguas, empezarán a nadaran, a bracear y respirar acompasadamente para, si la vida lo quiere, permitirles ser razonablemente felices en sus respectivos mundos subacuaticos. Y así, nadando sin parar, recorreran la sima sin tropezar, en ningún momento, con la piedra refugio que uno ha sido para el otro en su vida cómoda, tranquila y sin chispa alguna.
Prueba de fuego, prueba de agua. Que empiece la fiesta.
Lo horrible es nadar por confusión hacía la cama. Kenit
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