Todos buscamos nuestros momentos, esos que son sólo nuestros.
“Martín Marco vaga por la ciudad sin querer irse a la cama. No lleva encima ni una perra gorda y prefiere esperar a que acabe el metro, a que se escondan los últimos amarillos y enfermos tranvías de la noche. La ciudad parece más suya, más de los hombres que como él, marchan sin rumbo fijo con las manos en los vacios bolsillos –en los bolsillos que, a veces, no están ni calientes-, con la cabeza vacía, con los ojos vacíos y en el corazón, sin que nadie se lo explique, un vacio profundo e implacable”.
Si.
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