Llegó con los ojos encendidos. Lo esperaba de pie en la cocina, frente al fregadero. Continuó con las manos bajo el grifo, apretó, de modo imperceptible, el estropajo y la pila se llenó de espuma. Se acercó con paso torpe. La agarró por la cintura mientras le colaba por el oído un aliento espeso. Hoy tengo ganas de tí. Miró al frente. La fórmica amarillenta le devolvió el reflejo violáceo del asco contenido.
Sergei Rachmaninov -
Lo raro es que no soltara el estropajo y cogiera un cuchillo jamonero...
ResponderEliminarTípico polvo sabrosón del fregadero.
ResponderEliminarAsquerosamente bueno.
ResponderEliminarPlanteate eso de escribir,vales¡¡¡