Que la clase política de este país deja mucho que desear es algo que pienso desde hace mucho tiempo. Llevamos muchos años a la deriva y aún no llego a comprender como nos sostenemos. Pero lo cierto es que tenemos el Ejecutivo que votamos, el que la mayoría de los ciudadanos libremente escoge y el resto, acata. Sin embargo, tal y como se están sucediendo las cosas, creo estar en mi derecho a decir BASTA, que no nos tomen más el pelo.
España está sufriendo una de las crisis económicas más graves de los últimos tiempos. El índice de parados asciende exponencialmente a cada día que pasa y puede ser, yo no lo sé, no soy analista financiero, que este desastre forme parte de la coyuntura internacional. Pero hay algunas cosas que nada tiene que ver con esta internacionalización de la crisis, la inoperancia, inutilidad y mala leche de los que nos gobiernan están haciendo un daño terrible a las estructuras económicas y sociales del país y, sobre todo en la confianza de la gente de la calle. No se puede mentir sistemáticamente para que la apabullante verdad (paro a gran escala, falta de recursos mínimos en muchas familias, educación hecha ciscos, asistencia social nula), quede maquillada y disfrazada bajo palabras altisonantes que esconden bajo el felpudo una realidad que produce escalofríos.
La realidad está en la calle y no se puede andar todo el día camuflando, dando golpes de pintura a la caótica situación económica en la que vivimos. Se nos miente y mucho, se modifican los parámetros para medir desde el paro hasta la capacidad económica de los ciudadanos para que las cifras que presentan en el telediario no los deje como los inútiles que han resultado ser. Esta mentira permanente, más preocupada en crear una falta imagen de progreso y bonanza, no es nada buena cuando lo que hay que hacer es reconocer la dramática situación por la que estamos pasando y arremangarse entre todos para sacar este país y su economía a flote.
A mí, particularmente, me tienen muy harta. Hace mucho tiempo que dejé de creer en una clase política que sólo se escucha a si misma y que ha hecho de la posesión de escaños y puestos de gobierno, el único medio de vida que conocen. No por vocación de servicio a su país, sino por vocación de llenar sus bolsillos, estómagos agradecidos y demás.
Y es que hoy me tienen indignada. Escuchar de la boca del Presidente del Gobierno de mi país, como en un foro internacional, dice que los que están estudiando, formándose después de perder sus empleos (esos que no pueden pagar ni las hipotecas, ni el alquiler de su casa, ni el comedor escolar de sus hijos, etc.), no están en el paro y por tanto no pueden contabilizarse como tales, no sólo me parece una sandez que nos convierte en el bufón de Europa sino que me evidencia, una vez más, que algunos políticos son verdaderamente peligrosos por inutilidad y gilipollsimo congénito.
(Reconozco que el insulto mentando a su madre lo he borrado a última hora).
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