viernes, 26 de noviembre de 2010

ÉL Y LOS PECES ABISALES

Le pensaba tanto que llegó a creer que lo desgastaría. Que lo volvería traslucido hasta desvanecerlo.
El calor era intenso, todo parecía temblar. Desde que se instaló en aquella casa nunca faltaron los limones sobre la mesa. Había leído en algún lugar que bastaba con cortarlos, atravesarlos con clavo y las moscas desaparecían.
No le preocupaban los moscones pesados que atraía el verano. Le inquietaba el calor, los limones y las noches insomnes de pensamientos circulares. Temía que se volatilizara y desapareciera lo único a lo que aún podía asirse.
Cortó el primero en cuatro trozos. Intentó mantener intacta la membrana que recubría los gajos. Cogió uno, se lo llevó a la boca y allí, apretándolo con fuerza entre los dedos, dejó que el jugo resbalara por la lengua. Se le torció el gesto.
Se preguntó por la extraña asociación de ideas. Tal vez en Groenlandia, cuando se sumergen en estados melancólicos, aquellos a quienes extrañan se difuminan hasta convertirse en vahos boreales y los peces abisales dejan de importar mientras beben el mismo zumo de limón que, a ella, le tuerce el gesto.

5 comentarios:

  1. Grande,muy grande como lo has escrito ¡¡¡

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  2. El zumo de limón da esa “perceguera” inicial cuando se chupa, es un sabor fuerte, luego lo vas mordiendo suavemente y te gusta seguir chupando. Me encanta el sabor de los limones. Y en Groenlandia, deben ser una delicia ese sabor mirando difuminados verdes.

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  3. Comer un limón, siempre me produce gusto, al mohín de la acidez siempre le acompañá una medio sonrisa girada. Los limones siempre tiene cosas buenas. Y como tú, pienso que no debe haber nada como exprimirse un limón mirando la luz de Groenlandia.

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  4. A veces (cada día) te encuentras cosas que te hacen torcer el gesto, bastante más que el sabor de un limón, y moscones los hay en todo tiempo y lugar. Lo mejor, los tapones para los oídos y el flit.

    Al pensado, al final, lo desgastará el pensador, sin remedio. Cuando esto ocurra, atraviésalo con el clavo, no dudes en hacerlo.

    Y los peces, abisales o no, al limón están deliciosos.

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  5. Sí, otra vez, el zumo de limón... como un escalofrío

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