lunes, 13 de junio de 2011

LO QUE YO VEO


Marché, a última hora y de improviso, guardando en la bolsa un billete de ida y vuelta, una reserva en un hotel completamente desconocido, un ejemplar de "Carta al padre" de Kafka y un par de direcciones. 
Un vuelo de apenas dos horas y media y aterricé en la que dicen una de las ciudades más románticas de Europa.

Debe ser que corren malos tiempos para el romanticismo porque  a mí me ha parecido una de las ciudades más tristes que he conocido jamás. Puede que sea el rio Moldava el que imprime ese carácter melancólico a la ciudad, o puede que sea la invisible presencia de los que quedaron por el camino, la que calca esa pátina gris verdosa que todo lo cubre, o puede, tal vez, que sea que no quiero ver otra cosa que la que realmente veo.

Durante tres días, he caminado por el ghetto judío; he estado en el campo de concentración de Terezin; y he recorrido, entre turistas bulliciosos, la sinagoga de Pynkas, descubriendo que cada milímetro de su pared está cubierto por el nombre de los cientos de miles que murieron por el simple hecho de ser judíos. La estigmatización por la estigmatización. 

Vuelvo a casa con el corazón encogido en un puño, con algunas conversaciones inolvidables, un par de direcciones que espero conservar mucho tiempo y un par de libros nuevos, uno de ellos, "No he visto mariposas por aquí", editado por Hana Volavková del Museo Judío de Praga en 1959.

En el vuelo de regreso, echando de menos muchas más cosas de las que quisiera, leo la prensa. Nada ha cambiado tanto. No es demagogia, es la simple constatación de que el hombre está mortalmente enfermo.

Somos capaces de menospreciar, difamar, relegar a la nada a quien creemos no son de nuestra cuerda. Somos capaces de las más sofisticadas crueldades contra los nuestros, somos capaces eliminar a quienes ya no nos sirve a fines inciertos y estúpidos, de despreciar a quienes no nos siguen y de provocar su muerte en todos los sentidos. 
Somos verdugos por acción y por omisión; en lo particular y en lo general.

Aterrizo entre lluvia con la sensación de haber envejecido cien años, tal vez mil.


LA MARIPOSA
"La última, precisamente la última.
De un amarillo tan brillante.
Quizás si las lágrimas del sol
Tocarán la piedra blanca...
Tan, tan amarilla
Volaba, se movía ligeramente hacia lo alto
Se fue, seguramente quería dar al mundo
Un beso de despedida.
Hace siete semanas que vivo aquí
Encerrado en este ghetto 
Pero he encontrado a mi gente aquí
Me llaman las florecillas
Y la blanca rama del castaño del patio.
No he visto más mariposas. 
aquella fue la última.
Las mariposas ni viven aquí,
En el ghetto".


-Pavel Friedmann 7.1.1921, Deportado al ghetto de Terezín el 28.4.1942. Deportado de Terezín a Auschwitz el 29.9.1944- 
© Fotografías naq

7 comentarios:

  1. Las mariposas nacen y mueren. Los guetos perviven y sobreviven por los descendientes de los guetos de Praga. Y Praga, sin duda, mas triste, y con los puentes más perfectos, con una arquitectura tan exacta y lineal que deprime. Quizás siga así. ¿Es preferible la Kasbah de Argel? Sin duda.

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  2. Me paso lo mismo con Berlin, me dejo con un profundo malestar y sin embargo Praga me fascino...claro que como ya había estado en Berlin no quise volver a visitar sitios con demasiadas huellas del holocausto. Soy una cobarde.

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  3. Conozco esa sensación, ese volver a casa con el corazón oprimido, con una mezcla de miedo, impotencia, piedad, incredulidad y rabia tras haber visitado Auschwitz. Supongo que son lugares, ya para siempre, de los que emana toda la tristeza que un día absorbieron sus piedras.

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  4. Estoy segura de que es así. Hace algún tiempo que me baila la sensación que los objetos, algunos objetos, absorven lo que a su alrededor pasa. Puede que parezca una pirada pero hace mucho tiempo lo siento así. Y creo que un drama, una situación tan terrorífica como la vivida en aquellos lugares ha quedado impregnada para siempre en sus padres, en su aire, en su todo.

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  5. No Anne, no eres una cobarde. A veces tenemos que darnos una tregua.

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